viernes, julio 29, 2005

VACATAS



Con esta foto me despido por unos días de vosotros. Pertenece a mi viaje a Malasia, desgraciadamente hace ya tiempo. Ahora el cuerpo me pide una escapada así, como la que se va a hacer Miguel, el gallego impasible. ¡A Tailandia ni más ni menos!

Pero bueno, de momento no hay pasta. Habrá que ahorrar.
Como cada verano, me voy a Cantabria, a disfrutrar de la playa y de la buena comida en el porche con la familia, de la piragua con JR...

En unos días volveremos a vernos desde otro ordenador. Feliz entrada en Agosto a todos y todas.

jueves, julio 28, 2005

TOMA ALIANZA DE CIVILIZACIONES


Periodista Digital: "Eran gays, eran adolescentes y eran iraníes. El resultado: la horca. Dos jóvenes han sido colgados en Irán ante la indiferencia de los medios internacionales, que salvo alguna excepción, ni han reparado en ello. La Corte Suprema de Irán encontró culpable de abuso sexual de un menor de edad a ambos jóvenes gay, según el periódico londinense Times. Sin embargo, todo apunta, y así lo recogen otros medios, a que fueron ejecutados por ser homosexuales".

miércoles, julio 27, 2005

CINE PSICOFÓNICO


Cuando uno tiene una edad y se ha visto montones de películas, se supone que ya ha perdido la inocencia para acojonarse ante una de terror. Hay también casos frustrantes, una prueba del algodón que no engaña: las pelis que daban miedito y hoy dan penita.

Eso, afortunadamente no le pasa a Al final de la escalera. La vi ayer por segunda vez -la primera, con Apa, no abrí la boca hasta los créditos del acojone- y os puedo asegurar que sentí unos escalofríos que no sentía hace mucho, pero que mucho tiempo.

¿Qué pasaba en los setenta, que sacaban tan buen partido de los fenómenos para anormales -dominio del Jiménez del Oso- como los fantasmas, los poltergeist, los exorcismos o los UFOs? Vendita pseudociencia que dio títulos tan cojonudos para el cine de género, entre ellos este aterrador film de Peter Medak, realizador principalmente de televisión que logró unir a los magníficos George C. Scott y Melvyn Douglas.

Es uno de los mejores films de terror que he visto en mi vida, y si hiciera una lista de las 10 mejores películas de este género, como le gusta hacer a Garci, Al final de la escalera estaría seguro entre las primeras.

Vista ya por segunda vez, me pregunté cuáles eran esas virtudes que la hacen tan única. La genial utilización de música y sonidos, el fantástico pero creíble y bien construido guión de William Gray y Diana Maddox, la puesta en escena del director, la casa como perfecto decorado central, la eficaz utilización de los objetos…

Estoy seguro que Alejando -recorta y pega- Amenazar la tiene bien destacadita en su deuvedeteca… Como deberíamos hacer todos.

jueves, julio 21, 2005

EL CAZATÓPICOS


Primera entrega de tópicos cinematográficos, sacados de mi correo electrónico, un recorte de prensa y lo que se me ha ocurrido sobre la marcha. Si podéis ayudarme os lo agradecería.

Mandadme vuestro tópico a: ivanreguera@hotmail.com.

Ahí van:

1.Cuando tengas que parar un taxi, saca un billete al azar de la cartera sin mirarlo. Siempre será la tarifa exacta.

2.Cuando llevas prisa, aparcar frente al edificio de las Naciones Unidas no resulta en absoluto complicado.

3.Cuando marques el teléfono no tendrás que esperar: aquel al que llamas se pondrá inmediatamente.

4.Para escapar de unos terroristas o hacer espionaje lo mejor son los conductos del aire, que te llevarán a cualquier lugar del edificio donde se desarrolla la acción.

5.Tras el sexo siempre un cigarrito y las sábanas tapando las tetas, pero sólo las de ella.

6.A los soldados, vaqueros, polis, gangsters o ladrones siempre les hará caso la camarera o el barman, vayan al bar que vayan.

7.Si estás en un bar viendo la tele, ten por seguro que están a punto de emitir una noticia que te atañe personalmente.

8.Cualquier puerta se puede abrir en un tris con una tarjeta de crédito o un clip, a nos ser que el edificio se queme y haya un niño dentro.

9.En todas las gasolineras de EEUU los empleados llevan un pañuelo rojo colgado del bolsillo trasero del pantalón.

10.Si te da por ponerte a bailar en la calle, todo el mundo conocerá la coreografía y bailará contigo.

11.En toda fiesta juvenil que se precie habrá no menos de un representante de cada tribu urbana.

12.Si quieres hacerte pasar por un soldado alemán, no es necesario que hables alemán, el español con acento alemán bastará.

13.Si un policía cumple su último día antes de jubilarse, tiene todas las papeletas para morir en acción, especialmente si su familia le tiene preparada una fiesta sorpresa.

14.En cualquier investigación policial es imprescindible visitar al menos un local de striptease.

15.Si una mujer está sola en una casa y decide investigar un ruido, procurará llevar puesta la ropa interior más insinuante de su ajuar.

16.Todas las bombas llevan incorporado una pantalla con grandes números rojos, para que sepas con exactitud cuándo va a estallar.

17.Para desactivar una bomba tendrás que elegir entre el cable verde o el rojo.

18.Los rayos y los truenos los escucharás a la vez, no como en la vida real: primero rayo, luego trueno.

19.En Méjico hay pasión por los toros y en España es normal llevar sombrero de mariachi.

20.En Francia, estés en la ventana que estés, siempre podrás contemplar la Torre Eiffel. Igual sucede con la Giralda en Sevilla o el Big Ben en Londres.

21.Para plasmar un cúmulo de noticias verás portadas de periódicos… que giran en una rotación de 360.

miércoles, julio 20, 2005

CINE ZARZUELERO


Tengo que entonar un mea culpa. Hace años, cuando por mis venas corría pura sangre de cinéfilo fundamentalista, despreciaba todo lo relacionado con eso que llaman “la españolada”. A saber: Los Ozores, Alfredo Landa, Conchita Velasco, Pajares y Esteso, Gracita Morales, Florinda Chico… y las suecas.

En mi estúpido prejuicio, engordado en los cursos de cine de la Universidad de Valladolid o en la Escuela de cine, todo lo que no fuese Berlanga, Buñuel o similares era directamente una puta mierda, cine casposo que empezaba en la época de CIFESA, seguía en el desarrollismo sesentero y acababa con Santiago Segura, Chiquito de la Calzada y Jesús Bonilla.

Con los años uno va dejando de ser tan substancial y va viendo, sorprendido, que no sólo se puede echar unas risas con el gran Paco Martínez Soria, sino que, además, no es un cine tan mal hecho como yo y otros listos cacareábamos. Carlos Pumares me lo recordó en una ocasión con bastante acierto: en el cine de Ozores se palpa mejor su realidad social (las estanqueras, las chachas, los señoritos, los obreros, las pilinguis, las extranjeras, los guardias urbanos, los caseros, los serenos…) que en el cine de muchos realizadores actuales y supuestamente “realistas”.

Este verano, en uno de esos cursos que se organizan para salvar el cine y el mundo en general, José Luis Borau ha dicho lo siguiente: “Los jóvenes de antes pretendíamos excluirnos de una industria que detestábamos y que yo llamaba ‘Sevilla filmes’, y queríamos otro país y otra cultura que leíamos en los libros". Hasta ahí, bien. Una pena que el discurso siguiese por estos derroteros: “Antes existía una industria, pero basada en un producto ramplón y zarzuelero, y la prueba la tenemos en el programa Cine de barrio, las películas en general eran horrorosas".

Lo peor de este tipo de declaraciones es que las realiza alguien que tiene un currículo cinematográfico, que se puede repasar su filmografía. Y entonces uno se pregunta si un bodrio consumado como Niño Nadie no es mucho peor que la estupenda La ciudad no es para mí por el mero hecho de ser zarzuelera.

El director de las excelentes Furtivos o Leo arremete contra un programa que sí, suele ser muy casposo, pero que es muy popular y a veces ofrece films de mero entretenimiento bastante bien hechos e interpretados y que son un reflejo casi antropológico de lo que era España.

Pero lo más grave de todo es que Borau diga que “antes” el producto era ramplón y zarzuelero. ¿Y ahora? ¿Cómo debemos definir entonces a los Torrentes, Borjamari y Pocholo, Mortadelo y Filemón, El oro de Moscú o Desde que amanece, apetece? ¿Cómo sutil y cuidado cine de arte y ensayo?

Remate de Borau: “Existe una preparación profesional, técnica y, sobre todo, cultural. Los actores están mejor preparados y el público es mejor y más culto. La de ahora es una cultura diferente, más audiovisual, pero le falta un peso cultural, incluso respecto a la historia del cine español, y ese desconocimiento nos devuelve a la incultura de los zarzueleros".

O sea: que Manolo Morán, Saza, López Vázquez o José Bódalo estaban menos preparados que los actores de hoy y el público de los megaplex o multisalas tiene una cultura que a mí se me escapa tanto como al distribuidor González Macho, que soltó en el mismo curso que el público en España “es un sujeto pasivo, conservador e infiel”. Su colega, Fernando Trueba, en otra clase magistral de verano, también regaló esta perla a su audiencia: “A veces el público se despierta (sic) y acaba convirtiendo en éxito algo que no estaba previsto".

El problema de este país no es que el público sea culto, se duerma o ponga los cuernos a su cine, sino que hay dos bandos: el del asiduo al cine comercial y el de aquel que ve más “realidad social” en un film de Irán que en una gamberrada de los Ozores.
Es fundamental que cada uno vea el cine que le dé la gana, pero sin menospreciar al contrario para justificar no se sabe qué criterios culturetas, sabiendo que se puede disfrutar de Cine de barrio como de Iván Zulueta sin que uno tenga que pedir disculpas.

lunes, julio 18, 2005

Exhibición bloguera (puede que primera parte)


Mientras veo por la tele cómo España parece un cenicero desde el satélite por los salvajes incendios de verano, tengo un mosqueo por culpa de esto del “mundo blog” -o como se quiera llamar en nuestra rica lengua castellana- que no me deja en paz.

Todo invento, y esto del blog es un trasto maravilloso, ¿puede tener su mala utilización o su uso erróneo? No, cada uno puede usarlo como le de la real gana. Como propaganda o publicidad de su chiringuito, como escaparate de pornografía física o mental (que la hay y mucha), como arma política, como consulta médica, como álbum de fotos chorras…

Por eso tengo que definir (y ya era hora) lo que yo entiendo por MI BLOG, que ególatra pero transparentemente lleva mi nombre, no tiene ningún apodo o seudónimo.

¿Qué no es para mí un blog?

1. Un diario. Porque los diarios son personales e intransferibles, no se enseñan a la gente a no ser que seas un adolescente gilipollas y atacado por el acné. Las cosas privadas son eso, privadas, y esto de la blogosfera es algo demasiado popular. Con ella la plaza pública del pueblo se convierte en algo inmenso e inabarcable por la cantidad de chismosos, cotillas o exhibicionistas en general que se pueden unir al corralillo globalizado. Pongo un ejemplo:

MARIANO: Estoy mal esta mañana, me he cortado afeitándome, mi coche no arranca y mi mujer se ha liado con un negro que tiene la polla como la manguera que usa para trabajar en el cuerpo de bomberos.
COMENTARIOS:
Pili (que no conoce DE NADA a Mariano): Ánimo Mariano, la vida es bella.
Paco (que conoce poco y mal al susodicho): La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar, Mariano.
Y así.

2. Un pequeño medio de comunicación. Porque para que un medio se pueda llamar así, debe tener un editor, un director y unos redactores que VIVEN de eso y que en escasas ocasiones son bien pagados para dedicarse a seguir una información tarden el tiempo que tarden. Ejemplo: los chicos de Pedro Jota (nos guste o no este personaje) en El Mundo. Copiar, pegar y cortar una información de diario o agencia y comentarlo o engordarlo no es crear un mini medio “libre e independiente”, sino sencillamente opinar con menor o mayor acierto.

3. Un consultorio. Reconozco que me he dejado llevar por la entretenida tentación de comentar muchos de los comentarios que se hacen de mis textos, los de mis amigotes o los de otros blogs. Error, porque se desvirtúa el contenido de lo que está escrito, supuestamente un discurso cerrado y para que la gente lo masque o se limpie el culo con él. Última vez que se comenta algo en plan foro en este blog. El que quiera, que me responda con todo amor u odio (como ya hacen algunos) en ivanreguera@hotmail.com. Allí les daré o recordaré mi dirección de correo para mandarme cartas o para saber su correo y enviralas yo feliz de la vida. En mi blog el único exhibicionismo que tolero es el mío y no me agradan los foros y guiños entre opinantes. Para eso NO ESTÁ ESTE BLOG. Y otra cosa importante: esto no es un medio democrático (como he leído), no nos confundamos, esto es principalmente LO QUE A MÍ ME DÉ LA GANA QUE SEA.

4. Una comunidad. La gente que dice eso de la comunidad de la blogosfera me da miedito. En esa supuesta comunidad nadie sabe de nadie por mucho que se aplaudan, abracen, besen y se pajeen virtualmente. Para comunidades las de vecinos y las autónomas.

¿Qué es entonces para mí mi blog?

1.Un sitio donde editar (a falta de interesados que me los paguen) mis dibujos humorísticos.
2.Un lugar donde publicar textos, fotos o dibujos de mis amigos de confianza.
3.Un lugar donde, en pleno ejercicio de exhibicionismo, opinar sobre lo que me rodea y, a veces, hablar de mi experiencia. Y sin abusar demasiado, que tampoco es tan interesante.


Última pregunta: ¿Qué me interesa de los blogs de los demás?

Que tenga la sensación de que no me escatiman nada cuando se ponen maravillosamente serios, que me entretienen, me divierten o me aportan información que yo desconocía.

Nada más. A partir de ahora, vosotros mismos.

viernes, julio 15, 2005

Vídeo instalación


Ayer fue con Apa a ver la magnífica exposición de Juan Gris que ha organizado el museo Reina Sofía. Soy un ignorante en lo que se refiere a la pintura, y me resultó una gozada para los sentidos mucho, casi todo lo que allí pude contemplar.

Gris, según él, partía de la geometría para crear una nueva forma en sus objetos predilectos: el vino, el tabaco, los periódicos, vasos, copas, pipas… Las figuras humanas las convertía en objetos y los objetos en algo con vida propia. Fabuloso. Irónico. Brutal a veces.

Pero de lo que quería hablar en este post no es tanto de Gris sino del mundo de la vídeo instalación. Cosa curiosa. En el Reina Sofía había una salita en donde se proyectaba una parida grabada por una señora en un estadio de hockey sobre hielo. No recuerdo su nombre ni me importa. El caso es que para ver el vídeo la gente (imagínense al típico gafapastoso, pelo rapado y zurrón pop) se sentaba ¡en el suelo! Calladitos, en pose trascendental. Y yo me dije: ¿Pero es que si se ponen sillas para ver esto “comprendes” menos a la artista?

Ay, cuánto gilipollas suelto…

jueves, julio 14, 2005

EL DISCRETO ENCANTO DE LO BANANERO


Hace unos días discutía con un buen amigo sobre Cuba. L, mi interlocutor en esa ocasión, es una persona sensible, ingeniosa, inteligente y culta, pero cuál sería mi sorpresa cuando al hablar de Fidel y llamarlo hijo de la gran puta me saltó con esto: “Cuba es diferente… es algo que muchos españoles no entendéis”.

Me quedé de piedra. “¿Y los refugiados que vienen a España y nos cuentan lo que allí sucede, lo de sus cárceles, el hambre, el descarado turismo sexual con cánticos a la revolución de fondo?”. “Por Dios”, dije, “Castro es un dictador y NADA se puede defender o justificar desde ese punto de partida”.

L cambió de tema y a mí me pareció una buena idea, pero me quedé con la mosca: se justifica a ese cabrón. Desde cierta progresía (y hasta desde Moncloa, cosa más peligrosa) se justifica a este rey bananero que machaca las libertades de “su” gente y que se enorgullece de no necesitar ayuda “ni de USA, ni de Europa” ante la llegada de un huracán devastador a la isla. Ya se sabe: sería una ayuda ensuciada de capitalismo…

Qué interesante es el tema de los progres bananófilos como García Márquez o Silvio Rodríguez, siempre dispuestos a hacerse la foto con el que hizo universal el término mariconzón.

Una pena que aun no haya leído un ensayo o artículo contra ellos y que no roce o hasta sobrepase la peligrosa línea de lo directamente facha.

Lo sigo intentando y con muchas ganas. Si alguno me puede dar una pista, se lo agradeceré enormemente.

miércoles, julio 13, 2005

SER MUJER


Ya estamos otra vez con la señora Lucía Etxebarría soltando sandeces feministas. La última ganadora del chanchullero premio Planeta ha declarado sin sonrojo: "Si fuese hombre ya estaría en la Real Academia de la Lengua Española". Lo que hay que leer.

Pero no se ha quedado ahí, no. Hay más. La escritora vizcaína dijo que "probablemente sea la escritora con peores críticas de España, ya que el ambiente intelectual español es muy machista".

¿Por qué confunde el ser mujer con ser una escritora mediocre si no patética? ¿Por qué tanto interés en instituciones tan supuestamente caducas como la crítica o la Academia por parte de alguien que se ha vendido como una rompedora no-me-callo-nada?

Qué barato, qué fácil, que poco ético y que cutre es meter mano SIEMPRE de tu condición de mujer para vender más (horribles) libros y hacer causa común con las que no tienen otro argumento que el aburrido tema del machismo o la misoginia para autodefinirse como autoras literarias.

¡Qué rollo!

martes, julio 12, 2005

NEKANES



Mírenlas bien. Me dice Ana al mirar esta foto, que vaya pintas de vascas que tienen estas dos (las chicas del PCTV). Y yo le digo que cómo que de “vascas”, que a ver si la Igartiburu o la Arteta tienen estas pintas…

Cosa curiosa esta de los looks batasunos. Miren sus caras, miren sus pelos, la pigmentación de su piel, sus cejas, miren sus miradas (siempre poco relajadas, retadoras), sus adornos, los colores de sus ropas…

Las conozco como si las hubiese parido porque he convivido con ellas (y ellos) en Euskadi durante muchos años hasta que emigré por propia voluntad y sin presiones de ningún tipo. Más que nada por aburrimiento.

No nos engañemos: hablamos de uniformes raciales, no de estéticas naturales, accidentales, culturales o étnicas. Y afortunadamente hay otras vascas y vascos… con otras “pintas”.

COCHECITOS


Esta mañana me ha tocado hacer unos anuncios de cochecitos de niño en la oficina y me ha venido a la cabeza una rara imagen de mi infancia que creía borrada. Qué cosas.

En la casa en la que viví hasta los veintitantos, una urbanización setentera de tres portales, generoso garaje y azulejo blanco, había un almacén para bicicletas, triciclos, sillas y coches de bebé. El olor del lugar era curioso, apestaba a cerrado y a la grasa de las cadenas de las decenas de ruedas que allí se guardaban. Muchas de las bicicletas estaban colgadas en garfios como jamones, la mayoría con las ruedas desinfladas o pinchadas.

Lo que más me inquietaba, eso sí, eran los coches de niño. Algunos volcados, otros de pie contra la pared, la mayoría imprimiendo un espectáculo extraño, como un desguace aparentemente eventual, por aquello de “quien sabe si viene otro crío o alguien de la familia lo puede necesitar”. Pero acababan por no necesitarlo, porque los trastos avanzaban en diseño, seguridad y comodidades -como los de mi anuncio- y no era cuestión de llevar a tu chiquillo en el coche de La semilla del diablo.

En el fondo, algunas vecinas adineradas SABÍAN que esos coches no se iban a reciclar, pero guardaban obsesivamente sus lujosos coches (había que ver alguno nacarado y con incrustaciones doradas) en aquel almacén para que otras vecinas más humildes vieran en qué tipo de vehículos habían sido transportados los cuerpecitos de sus bebés.

Cuestión de clases.

lunes, julio 11, 2005

MIRANDO A LA PARED CON HITCHCOCK

La semana pasada nos dejó uno de los guionistas más respetados e ingeniosos del Hollywood de mediados del siglo XX: Ernest Lehman.
Tras curtirse en radionovelas, artículos cotillas y publicidad para Broadway, Paramount fue la primera en darse cuenta de su potencial y le contrató con un cheque de muchos ceros para alguien aun muy joven. Más tarde, en 1954, aceptó una oferta de la Metro.

La primera vez que supe un poco más de lo común sobre él fue cuando devoré apasionadamente el libro “Nuevas aventuras de un guionista en Hollywood”, de William Goldman. En él, Goldman, siempre irónico, explica la relación entre Lehman y Hitchcock, maestro que el guionista conoció gracias al compositor Bernard Herrmann.

Imagínense el escenario: Hotel céntrico de Los Ángeles. Interior Día. Alfred y Ernest hablan sobre el nuevo proyecto del maestro del suspense. La mitad del guión ya está escrita, pero queda mucho camino aun. A continuación las palabras reales -más o menos como fueron pronunciadas- que Goldman reproduce en su libro:

“Hitch: Siempre he querido hacer una persecución por la cara del monte Rushmore. ¿Y sabes también lo que siempre he querido rodar?
Ernest: ¿El qué?
H: Una escena en la que un hombre está solo. Totalmente solo. Apuntes donde apuntes la cámara, trescientos sesenta grados a su alrededor, nada. Y luego los malos intentan matarlo.
E: ¿Cómo?
H: Con un tornado.
E (sufriendo): Hitch, ¿cómo consigues que un tornado lo mate en ese momento?
Hitchcock refunfuña algo, se queda callado. Lehman también. Más silencio. Estaban acostumbrados a eso. Se quedaban sentados durante aquellos silencios increíblemente largos, mirando a la pared. Luego Ernest dice:
E: Quizás un avión, un avión fumigador”.

Así se gestó una de las secuencias más legendarias e icónicas del cine, con lo tremendamente difícil que debe ser lograrlo. Goldman, eso sí, no puede evitar rematar el relato con uno de sus venenosos dardos: “La próxima vez que algún profesor frustrado saque algún libro explicando con todo detalle el uso simbólico del catolicismo que hace Hitchcock en la escena del fumigador, no se les ocurra comprarlo. Pero podrían leer el glosario. Apuesto a que el nombre de Ernie Lehman no aparece por ninguna parte”.

¡Qué gran verdad! El propio Lehman explicó la infravaloración de su oficio y quién mandaba de verdad, tuviese quien tuviese las ideas fundamentales: “Supongo que Hitchcock se sintió seguro conmigo porque pensó que no era una amenaza; con él uno sólo podía adoptar el papel de Siéntate a los pies del amo". Servidumbres aparte, el viejo Ernie fue un guionista tan riguroso que llegó nada menos que a escalar el monte Rushmore antes de escribir para saber lo que debían sentir sus personajes.

Años más tarde, Ernest volvió a trabajar con Alfred en La trama (1974), pero ya no miraron la pared con los resultados de los tiempos dorados. Así lo explicó el propio Lehman: "Habíamos creado Con la muerte en los talones, de modo que podíamos hacerlo de nuevo. Sin embargo, antes de que pasara mucho tiempo me di cuenta de que la relación era completamente distinta. Habían pasado muchos años y los dos éramos otras personas. Hitch era lento, testarudo y apenas le quedaba nada de su antiguo nervio. Malgastamos mucho tiempo los dos".

Pero Lehman no sólo fue guionista de Hitchcock aunque eso sea lo que se ha subrayado en su obituario. Ahí están para demostrarlo los libretos de Sabrina, El rey y yo, West Side Story, Sonrisas y lágrimas, Chantaje en Broadway o esa joya y proyecto personal que fue ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de la que también fue productor.

Aunque nunca alcanzó la fama y la calidad de guionistas-dioses como Ben Hecth, Nunnanly Johnson o I.A.L. Diamond, Lehman dio lustre al duro y nada agradecido oficio del guionista. Estas, sin ir más lejos, fueron sus palabras cuando le dieron un merecido Oscar honorífico: "Acepto este honor en homenaje a todos los guionistas de Hollywood, que tantas veces hemos sufrido el anonimato". Por usted y por todos ellos, thanks, Mr. Lehman.

miércoles, julio 06, 2005

Maitane, maitea

El tema de conversación favorito de Maitane cuando estaba chispa con unos kalis de más era el amor. El nombre de mi ex compañera de piso era como una prolongación, perfeccionamiento o pleonasmo del de Maite, que significa amor o amar en euskera. Me contaba historias aburridísimas sobre los novios que la hicieron sufrir en el pasado. También explicaba sus habilidades en el cortejo amatorio y la importancia del condón en sus escarceos. A sus treinta y pico, había sido una chica promiscua y parafraseando el anuncio de compresas, a Maitane le gustaba ser mujer. Le gusta tanto, que cada tres meses se empapuzaba a pastillas y había que estar alerta.

A veces la escuchaba cuando tenía visitas masculinas. Maitane gemía con una profesionalidad indescriptible, era una artista, era la María Calas del coito, creedme. Sus arrumacos verbales y gritos de placer contaban con la gama y los matices del color blanco para un esquimal. Parecía como si en cada polvo, Maitane sacase a una zorra que nadie conocía, una guarra que no tenía nada que ver con la cerebral y austera chica que leía Best Sellers y devoraba cada capítulo de Friends en el salón.

Un día tonto, revisando el correo, observé entre el montón de cartas un pequeño paquete destinado a Maitane y con el remite más ridículo que había leído en años: “De tu poeta perdido”. Inmediato remolino estomacal. No sólo detesto la falsedad de cortejadores baratos, también me aburre la poesía, no la entiendo. Como diría el amigo Fante, “La poesía es amor y dolor, rimas tontas, sentimientos cursis”. Y eso, precisamente, es lo que debía contener ese paquete bomba, más perjudicial que el amonal o el gas Sarín.

Maitane esperaba ese paquete. Esperaba, más que nada, reafirmar que todavía era una tía deseable, una necesidad para el incauto poeta aburrido, quizá un petardo que estudiaba Audiovisuales o un aficionado con ínfulas que curraba en el Santander.

El caso es que, por no sé qué perverso mecanismo interno, por una de mis disfunciones, me llevé el paquete al bolsillo de mi bata y me lo llevé a mi habitación. Allí encendí un pitillo, lo abrí y descubrí, como había sospechado al toquetearlo disimuladamente, que guardaba unas hojas de papel escritas a mano (¡la poesía!, me dije) y una cinta de audio. Puse el casete en mi desfasado aparato de música y escuché al poeta.

Recitaba versos acompañados a la guitarra. Cantaba Maitane, una canción expresamente escrita para ella. El muy desgraciado ni sabía cantar, ni sabía rimar. Se creía con derecho a aporrear el instrumento y a hacer pasar sus gorgoritos por notas, tonos y estrofas inspiradas. El hijo puta daba asco.

Hoy Maitane ya no está en esa casa ni yo tampoco, pero guardo esa cinta porque creo que ha sido uno de los mejores actos cívicos que he realizado para la comunidad y para ella. Porque aunque haya robado correspondencia privada y haya usurpado a Maitane su libertad para elegir entre este idiota u otros peores, he abortado una historia de amor. Y me siento bien por ello, ¡me siento el Robin Hood de los desesperados de corazón!

Si algún día lees esto, Maitane, maitea, perdóname. Sigo siendo un mierda y mi vida está escrita en prosa.

martes, julio 05, 2005

MUCHA MIERDA



Uno no gana para disgustos. Llevo años intentando publicar un libro sobre Carlos Pumares que en esta mi comunidad ya es conocido, pretendo con Apa hacer de su legado algo a destacar y recordar, separarlo de su imagen actual.

Sé que hay que comer (yo también lo hago), pero cada vez que alguien me dice aquello de “¿sabes lo del Pumares?” me pongo a temblar.
La última es esta: Juan José Alonso estrena en el teatro Fígaro de Madrid una obra de teatro con Máximo Valverde (!!), Vania Millán (!!!!!!) y Carlos Pumares (!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!).

La obra teatral está ambientada en mayo de 2004, los días previos al enlace real entre Doña Letizia Ortiz y Don Felipe de Borbón. Sinopsis: “Una familia humilde alquila a un monárquico empedernido un balcón desde el que puede ver la boda en primera fila”. Atención al remate: “Sólo que el monárquico es, en realidad, un asesino”.

El reparto también aparecen “figuras del humor” como Arévalo (el de los chistes de gangosos y mariquitas) o Marisol Ayuso, quien interpretará a la mujer de Carlos Pumares.

Pumares me dijo una vez que publicitaría una peli suya diciendo “vengan a ver la mierda que ha hecho este que pone a parir todo”. Que se aplique el cuento el ex crítico…

Y suerte, o mejor mucha mierda, Carlos.

domingo, julio 03, 2005

Spielberg sigue en racha



Fue el propio Steven Spielberg el que inventó, junto a George Lucas, el blockbuster basado en hacer un film de serie B pero con presupuesto A. Todo empezó con Tiburón y Star Wars y ha continuado con films dignos o subproductos infumables en las últimas décadas. La guerra de los mundos es también un film A pero en el fondo B sin otras ambiciones que las narrativas y con un dominio de la puesta en escena absolutamente alucinante.

Spielberg lleva en racha desde Inteligencia Artificial y lo vuelve a demostrar ahora con una capacidad de producción -este film se ha acabado en el tiempo record de siete meses- envidiable para sus colegas del negocio de la cosa de la superproducción.
Cuando el director de ET se pone serio, nos los pone de corbata. Ahí está la extraordinaria Tiburón para demostrarlo y sólo partes sueltas de películas como El diablo sobre ruedas, Encuentros en la tercera fase, Parque Jurásico o Minority Report.

Esta vez, el tildado de cursi y blandengue se nos marca una de invasiones extraterrestres (palabra que, curiosamente, no se escucha en el film) que le mantiene a uno incrustado a la butaca durante la mayor parte del metraje de La guerra de los mundos, cuyo gran acierto es hacer prota a un tío de la calle, un vulgar currante en vez de al estereotipo habitual. A saber: el presidente del los Estados Unidos, científicos con el arma definitiva, decididos militarles o el resabidillo héroe anónimo que acaba salvando a la humanidad. No hay nada de esto en La guerra de los mundos, que afortunadamente se distancia de ridiculeces patrioteras tipo Independence Day.

Tom Cruise, que esta vez hace un trabajo magnífico, es otro componente de la galería spilbergiana de cónyuges con problemas de pareja (véase Encuentros, ET, Hook, IA, Minority Report o Atrápame si puedes), un tipo desastre pero que tiene los redaños de proteger en el infierno a su escasa familia. Así, La guerra de los mundos es un film que tiene una sola mirada, que es la de los tres personajes centrales (padre y dos hijos).

Con esta sabia decisión de Spielberg y su guionista (David Koepp, autor también de las dos primeras partes de Parque Jurásico), el terror se acrecienta mucho más en la platea. La mirada alucinada de cualquiera de ellos ante lo que se avecina en el cielo, vale por treinta mil litros de gasolina o un millón de píxeles de esos para efectos especiales. Por algo esa es una de las bases del terror bien hecho: lo que no se ve (rostros, ecos, fogonazos, gritos…). Lo que está fuera de campo pero se intuye con la luz o los sonidos siempre acojona mucho más que lo que se ve a la primera y de forma obscena. O sea: el cine fantástico al que estamos acostumbrados hoy.

Y esto no quiere decir, ojo, que La guerra de los mundos no tenga efectos visuales, que los tiene y absolutamente impactantes y necesarios, para nada gratuitos. Ahí están para demostrarlo la tormenta eléctrica, la iglesia partida en dos, la llegada de la primea nave-trípode, el tren en llamas que surca un paso a nivel, el vuelco del ferry, la bíblica lluvia de sangre…

Junto a estas apabullantes secuencias, Spielberg, también hay que reconocerlo, nos ofrece partes de terror más intimista tan logrado como el antes citado. Ejemplos de ello son la larga secuencia en el destartalado sótano donde se refugia el chiflado personaje de Tim Robbins (que recuerda un poco al trabajo de su alumno aventajado M.N. Shyamalan en Señales) o la visión de la pequeña Rachel (absolutamente perfecta Dakota Fanning) de una marea de cadáveres que flotan sobre un apocalíptico río.

La guerra de los mundos no es, eso sí, un film redondo. Para seguir la tradición del propio Spielberg, que como dicen ciertas crónicas taurinas “emociona pero no remata”, la película tiene uno de los finales más torpes, decepcionantes, tontos, precipitados y cursis que haya visto en años. Lástima… una vez más. Por poco no se logra lo redondo.

De todas maneras, estamos ante uno de los mejores films del director de Cincinnati, un espectáculo de primera categoría, un gran cuento de terror y un impecable trabajo de fotografía (Janusz Kaminski), música (John Williams), decorados (Rick Carter) y FX (Pablo Helman y Denis Muren). Háganse un favor y vayan a pasarlo mal al cine.