miércoles, enero 16, 2013

MORTALIDAD

La gente, en nuestro mundo esterilizado, no tiene cáncer. La gente “sufre una devastadora enfermedad” o “LA enfermedad”. La palabra cáncer se reserva para hablar de hallazgos científicos, no para el día a día de las personas, no para una gran posibilidad final para muchos de nosotros. Lo negamos. Christopher Hitchens -periodista, escritor, discutidor, polemista y showman- murió recientemente de cáncer de esófago y decidió reflejar su experiencia en el libro Mortalidad.
 
El ensayo no es grandioso porque está escrito deprisa por un hombre enfermo, y lo que es peor: rabioso. En vez de entregarse con resignación y reflexión atea a lo inevitable, Hitchens se empeña en enfrentarse a los católicos furibundos que justifican su desgracia como un castigo de dios. ¿Para qué perder en ellos un tiempo que se te escapa? “Si me convierto será porque es preferible que muera un creyente a que lo haga un ateo” es una frase escrita por un hombre rabioso. Ingenioso, pero rabioso. Estaba en su derecho.
 
Hitchens, explicando la devastación física que supone su inútil pelea contra el cáncer, se muestra honesto en Mortalidad. Pero también vanidoso, hablando en pleno desahucio de sus días de “la gira de mi libro” o confesando que “participar en debates y dar conferencias forma parte de mi aliento vital”. En fin: se muestra como un hombre nada religioso (más bien antirreligioso) que ante la pregunta ¿Por qué yo? responde: ¿Por qué no? O que llega a una conclusión brutal: él no combate contra el cáncer, es el cáncer el que lucha contra él.
 
Me interesa el estilo de Hitchens, pero no entiendo muy bien la necesidad de defender con obstinación el ateísmo frente a los creyentes. Yo respeto a los seres religiosos (conozco a unos pocos) porque la base de su creencia es la fe, y ante la fe... ¿?
 
Uno, claro está, siempre debe hacerse preguntas y debe, como explica Hitchens, cuestionar las certezas religiosas. Por ejemplo que dios, que lo ha “creado” TODO, haya “creado” también el cáncer, que para sobrevivir necesita un organismo vivo… que debe matar. Todo lo que logra el cáncer es matar a su anfitrión. Nada más. Es decir: existe solo para matar el organismo donde vive. Muere con él. ¿Por qué, entonces, se “crea” algo tan mortífero, suicida y absurdo? Prefiero no saber lo que respondería a esta pregunta un creyente porque me da hasta miedo.
 
Lo más inquietante del libro, que en su tramo final está plagado de aforismos porque el escritor, moribundo, no da para más, es su última frase. Las últimas palabras escritas por Hitchens son: “Ninguna persona es libre”. Escrito el martes 15 de enero de 2013.