Hablemos de la muerte. ¿Qué buen rollo, eh amigos? Me dirijo en este post a los nos creyentes: Cuando se trata del final, lejos de reencarnaciones o cielos, nadie nos explica nada. Ni en casa, ni en la escuela. Si no eres fervoroso de Alá, Cristo o Buda, tú te las apañes con el final. Dijo Da Vinci que “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, una vida bien usada causa una dulce muerte”. Según ese razonamiento, mi muerte va ser espantosa, y no me da la gana. El nacimiento es doloroso, te sacan a hostias, lloras que te las pelas. La vida es dolorosa, hay que soportar a un montón de hijos de puta. ¿Qué tal no morir dolorosamente?Acabo de leer que en California se está explorando el uso de alucinógenos para mitigar la desesperación ante el cáncer, ante la muerte. Y han logrado mejoran el ánimo en terminales. ¿Se imaginan a la salud pública financiando este tipo de tratamientos, que los ensayos con estas drogas se hiciesen más cercanos y eficaces? ¿No es más importante ayudar a alguien a sobrellevar el final que ayudarlo a sobrellevar una alergia o un problema capilar?
Estoy hablando de usar drogas alucinógenas para terminales. Charles Grob, de la Universidad Harbor-UCLA, acaba de publicar los resultados de un ensayo con LSD contra crisis existenciales de terminales. Y afirma que su uso es muy efectivo. El buen hombre utiliza una dosis baja de psilocibina en dos sesiones experimentales de seis horas con pacientes postrados con los ojos tapados y unos auriculares para escuchar música en una habitación decorada. Y funciona. Y dicen irse mejor. Terminado el tratamiento, ha asegurado que no existen efectos psicológicos hostiles.
Estamos lejos de que oficialmente esto sea aceptado, pero este tipo de tratamientos deberían lograr financiación, por un último viaje subvencionado. Escrito la noche del martes 26 de octubre de 2010.












