viernes, marzo 27, 2009

Control de inventario

‘Vía revolucionaria’ es una novela tan rica que veo imposible llevarla al cine. Por la gravedad de las novelas grandes, por su capacidad de profundizar en el alma humana con tiempo, relajadamente, página a página. El cine, ante estas obras, se empequeñece, exigirá siempre un ejercicio elíptico y un ritmo que dejarán en la estacada extraordinarios momentos literarios. Y defrauda.

No conocía al inmenso Richard Yates hasta que supe de la película de Sam Mendes. En su estreno, leí que Richard Ford, Raimond Carver, Richard Russo o Tennessee Williams (¡casi nada!) lo habían puesto por las nubes. En cuanto empecé a leerlo entendí, agitado, por qué. Por el pulcro uso de la imagen, de recursos narrativos cinematográficos o sonoros, por la magnífica y natural manera de dialogar, por su alucinante observación psicológica...

He leído que el “crack” de ideas y sentimientos que Scott Fitzgerald plasmó en su “era del jazz” Yates lo ubicó en la “era de la ansiedad”. ¿No les suena? A mí sí. Tras la ansiedad del ladrillo y la “segunda casa”, hoy no hay día que no nos ametrallen con la cosa de la crisis, pero pocos ahondan en que la auténtica crisis ya estaba fraguada: en las ideas y en los sentimientos. Ni tenemos ideas nuevas, ni nos aguantamos.

Podemos leer ‘Vía revolucionaria’ como el drama de dos desgraciados que se han engañado y viven, pongamos, en Majadahonda, con dos hijos, una hipoteca y en una urbanización fetén. Podrían llamarse Fernando y Ana en vez de Frank y April. Como escribe Yates, “La esencia del extrarradio es mantener a raya la realidad. La gente quiere educar a sus hijos en un baño de sentimentalismo”. Y así se dan las hostias que se dan.

‘Vía revolucionaria’ es una obra magistral sobre el autoengaño, el miedo, la culpa, el trabajo absurdo, la pareja muerta, la masculinidad mal entendida, sobre una sociedad totalmente chiflada, sobre el aborto, sobre el consumo… Es una novela dura, seca, implacable, imposible de reseñar, de resumir en estas líneas. Hay que leerla y punto.

¿Cuándo tu pareja ha dejado de mirarte con admiración y te observa con absoluto aburrimiento? ¿Cómo no darte cuenta de la trampa que tu mujer te puso al estar embarazada, sin desearlo, de tu hijo? ¿Cómo aguantar la vaciedad, la absoluta nadería de una insulsa tipa de la oficina con la que has engañado a tu esposa? ¿Cuándo reconocer que estás muerto de miedo y que en el fondo te gusta la comodidad que te ofrece el sistema?

En una de sus páginas, el protagonista coge el dictáfono que usa en su trabajo, pero sus palabras dejan de pertenecer a su profesión y se adentran en lo privado. Dice así Frank: “Saber lo que uno tiene, coma, saber lo que uno necesita, coma, saber de lo que uno no puede prescindir, dos puntos, Eso es control de inventario”.

Dibujo en negativo: Richard Yates.
Escrito la noche del miércoles 25 de marzo de 2009.

1 comentario:

lys dijo...

Fascinante tu entusiasta presentación. No se puede dejar de leer el libro.

Un saludo.