
Pero Brook se aburría soberanamente, nunca se llevó bien con los trabajos de 9 a 17 y camisa blanca, los de los pringados como yo. “Había caído en un espiral descendente en mi carrera cuando estaba en una edad en la que se suponía que debía avanzar", explicó hace poco en una entrevista.
Así que, ni corta ni perezosa, Brook se convirtió en Diablo Cody, se apuntó a un concurso de strip-tease y empezó a ejercer como tal. No destacó en ese oficio -lo máximo que juntó en una noche fueron 800 dólares, mientras otras se llevaban 3.000 o 4.000- pero gracias a esa experiencia publicó Pussy Ranch, un blog que enseguida empezó a leerse con mucho éxito.
En Internet conoció a su ex marido, y gracias a Internet la conoció el empresario Mason Novick mientras el tío navegaba buscando páginas porno.
A Novick le entusiasmó el estilo de Cody y le consiguió un editor para publicar ‘Candy Girl’ -libro sobre sus experiencias como stripper- y la animó a escribir su primer guión: ‘La joven vida de Juno’, que él produciría para FOX con apenas 7 millones de dólares. El resto es historia.
Diablo Cody es la demostración de cómo alguien puede cepillarse dos de mis peores prejuicios: mi prejuicio machista (“quién será ‘EL TÍO’ que ha escrito esta peli”, me preguntaba en la proyección) y mi prejuicio sobre el irreversible conservadurismo de Hollywood (Cody ha ganado finalmente el Oscar).
No es que esta divorciada de sólo 29 años y ex stripper me haya demostrado que esa pollez del “sueño americano” existe, lo que me ha dado Cody es una gran lección de sensibilidad a la hora de presentar una historia con sólo seis fabulosos personajes. Aun no sé cuáles son los mecanismos que hacen que un dramón (o un film de teenagers en potencia) se convierta en una preciosa y sencilla reflexión sobre la madurez.
No sé si Cody seguirá escribiendo con tanta inspiración, es posible que no sea así. Y no lo digo porque no tenga talento, sino porque quizás también se aburra de Hollywood. Algo que no me extrañaría nada.