lunes, septiembre 15, 2008

La moral de los inmorales de Wilder

Reedición corregida
En su día los críticos, entre ellos la prestigiosa y brillante Pauline Kael, acusaron a Primera plana de chabacana, vulgar y desmedida. Años más tarde, Wilder reconoció a Kael algunos excesos y errores. También se la comparó, para peor, con Luna nueva (basa en la misma obra, de Ben Hecht y Charles MacArthur) y con El gran carnaval, uno de los fracasos de taquilla en la modélica carrera de Wilder.

En el primer caso, creo que es injusta la comparación, yo siempre he preferido la versión de Wilder a la de Hawks, aunque me parezcan las dos monumentales. En el segundo caso, se ha dicho de ella que, como El gran carnaval, es una de las más brutales críticas al oficio del periodista, pero aunque El gran carnaval sí me parece un film despiadado con los chicos de la prensa, Primera plana es menos enfática, más ambigua y muy rica en lo que se refiere a la descripción del oficio.

Para empezar, El gran carnaval, ambientada en los cincuenta, plasma de forma increíblemente visionaria el hoy extendido reality show y el reporterismo carroñero que sufrimos. Primera plana, en cambio, presenta la vida de unos inmorales plumillas de los años veinte. Nada que ver un tipo de periodista con otro. Los currelas de Primera plana son carne de Underwood y teléfono. El Kirk Douglas de El gran carnaval es sencillamente un arribista sin escrúpulos (uno más en la galería wilderiana), un aprovechado que, a diferencia de otros personajes “inmorales” de Wilder, no cae bien.

Y no es que Primera plana sea una oda al periodismo. Todo lo contrario: Walter Burns (Walter Matthau, alias “Al demonio el terremoto en Nicaragua”) es un director de periódico sin escrúpulos y todos los corresponsales en la prisión donde se desarrolla la trama (la ejecución del desdichado rojillo Earl Williams) son mentirosos, jugadores, vagos y hasta violentos. Putas del oficio. Así los define, precisamente, la prostituta que interpreta Carol Burnett: “Embusteros, chulos, caballeros de la prensa”.

Más tarde, el personaje de Jack Lemmon (el periodista a punto de hacerse publicista Hildy Jonson) remata los piropos de la puta (que, como en otras grandes fulanas de Wilder, tiene mucha más nobleza que la gente “respetable”) diciendo que no es su intención trabajar “robando a las madres fotos de las hijas violadas” o haciendo reportajes “que sirven para envolver un periquito muerto”. “Yo no quiero acabar como acabaréis vosotros, corrigiendo pruebas”. Qué diálogos…

Pero Primera plana no se queda en ese nivel de crítica. El film es exquisito porque reconoce también el valor de un periodista veterano, el olfato, la pasión por las grandes exclusivas, el azote a ese poder político que, como el alcalde Hornet, se corta un puro con una de las puntas de la estrella del sheriff. ¡Qué pedazo de guión de I.A.L Diamond y Wilder!

En otra escena dura con el poder, el corrupto sheriff Hartman comienza en la sala de prensa una arenga contra el comunismo y la patria norteamericana que sólo recoge, libreta en mano, el novato que sustituye a Lemmon. El resto sigue jugando a las cartas: no hay una noticia porque sólo es política. Hoy, en cambio, casi todo lo que escupa un político es la única noticia en sus medios afines.

A pesar de que veamos que en la sala de prensa nadie dé a sus redacciones una versión de lo que sucede ligeramente real, a pesar de la irónica cabecera del sensacionalista Examiner (“La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”), a pesar de inducir a la prostituta a tirarse por la ventana, a pesar de todo esto, Primera plana es una declaración de amor al periodismo, o más bien a los periodistas de raza, de calle, tan alejados de los apalancados currantes de hoy, de esos explotados becarios copia-pega.

A Lemmon, un tipo con olfato que llega a meterse en el armario de las fregonas para sonsacar a una mujer de la limpieza, le tira el oficio, le llama la noticia aunque sea a costa de su novia (Susan Sarandon):

Lemmon: “Esto es lo más grande que me ha pasado en la vida”.
Saradon: “Creí que era yo”.


Como diría Pumares, ¡OooooBRA MAESssssTRA!
Posts relacionados: BILLY Y RAY y MOVIES AND PICTURES

5 comentarios:

Awake at last dijo...

Nada mejor que un poco de Wilder para sobrellevar mejor el lunes, mmmm...

Y no te olvides del psiquiatra rodando calle abajo, del escritorio... XD

Mks.

IVAN REGUERA dijo...

MAGGICAS, QUE SOIS TODOS UNOS MAGGIIIIIIICAAAAAAAAAASSSSS!!!!!

Otis Driftwood dijo...

Pedazo de entrada, Reguera. El otro día debatía yo conmigo mismo si el mejor director de la historia era Billy Wilder o Howard Hawks. Siempre me quedaré con el primero, pero es que el cabrón del segundo hacía oro con todo lo que tocaba, ya fuera comedia, western, policiaco, histórico, aventuras... Por cierto, a ver si quedamos a comer un día de estos en el Stressing Chinese o aledaños. Coméntaselo a Clot.

IVAN REGUERA dijo...

Otis: Vale, mañana se lo comento. Y yo entre Hawks y Wilder, me quedo con Wilder.

Leo dijo...

Yo también me quedo con Wilder. Sólo él fue capaz de hacer un "remake" de una peli relatiamente reciente, que acabó relegando a su antecesora al más absoluto de los olvidos. Sólo él. Aunque hay que admitir de Hawks era mucho más polifacético, además de, efectiamente, ser capaz de hacerlo todo (o casi todo) bien.