jueves, septiembre 30, 2010

El último, que apague la luz

Texto reeditado y retocado. Aun recuerdo, cuando era más pimpollo, a Arturo Pérez Reverte sentado en el carísimo bar del hotel Maria Cristina, fumando un pitillo, bebiendo un pelotazo bien mezclado por el barman Adolfo y observando al personal mientras charlaba con algún colega peliculero.

En 2008 Reverte le hizo un bonito homenaje a ese rincón y al cine que se fue. Sí señores, que se fue y algunos aun se empecinan en no reconocerlo. Allá ellos. La magia del cine, escribió Reverte, “terminó hace tiempo”. Para el escritor el cine ya no es grande, mágico, mítico. “El cine ya no es así. Tampoco los espectadores son los mimos. Los nuevos mitos vienen de otros sitios, no del cine. O a penas de él”.

Reverte hablaba también en su artículo de la perplejidad que le causó ver en persona a Meryl Streep como una señora más, discreta, desapercibida, sentada sin que nadie le hiciese caso en ese mítico rincón. Al leer su descripción, recordé una anécdota casi idéntica que me pasó hace ya demasiados años. Yo estaba sentado cerca del rincón de Reverte. Entonces miré hacia la barra y vi, fascinado, al director de cine Arthur Penn, que acaba de morir a los 88 años.

El director de Bonnie & Clyde, la soberbia película que en los sesenta puso a Hollywood patas arriba, estaba tomándose una copa solito, nadie tenía ni puta idea de quién era. Recordé, observando al viejo Penn, La jauría humana, Pequeño gran hombre y La noche se mueve. En ese momento, un griterío de quinceañeras me devolvió a la realidad. Asenjo Saunas, de la serie ‘A la salida del gimnasio’, había hecho aparición y había revolucionado los salones del hotel. Críticos, realizadores, distribuidores, agentes de prensa, periodistas, camareros y cotillas varios se fijaron en él mientras Penn disfrutaba de su copa sin enterarse de nada.

Reverte, en su texto, recordó las palabras de un compañero de mesa y cubata, un productor: “Esto se ha terminado, colega. El último, que apague la luz”. Esta última frase fue el título que alguien me propuso para mi libro sobre el fin del cine y nunca logré publicar. Resultó demasiado deprimente.

1 comentario:

Tu troll dijo...

Eres la alegría de la huerta, tronko. Toma un canuto, anda.