
Comparto también su alergia a viajar. Para Bukowski el hecho de cruzar la habitación era “como andar sobre llamas”. Y su sociopatía. “El primer rostro desconocido que veía cada día añadía un nudo en el estómago”.
Soportaba Bukowski a intelectuales coñazo y tenía un gato, como yo. “Sabía más y era el que mejor comprendía. No tiene que fingir nada, defender nada o creer en nada”. “La gente nunca me ha hecho ningún bien, sobre todo su conversación. Después de escucharla durante horas llego a la conclusión de que sus palabras no tienen nada que ver con nada. Que son personas solitarias y cobardes y que sólo necesitan soltar sus gases espirituales para que yo los huela”.
Y encima vaticinó la cosa de las redes sociales: “Y todo son ordenadores y más ordenadores y pronto todo el mudo tendrá uno, los niños de tres años tendrían ordenadores y todo el mundo conocerá todo lo relacionado con los demás mucho antes de que lleguen a conocerse. Nadie querrá conocer a nadie nunca más y todos serán unos solitarios como lo soy yo”. Y yo. A ver si se me pasa esto. Escrito el domingo 29 y el martes 31 de mayo.
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