lunes, octubre 03, 2011

Buscar lo sublime y perderse en el cliché

Me gusta mucho una declaración que hizo Francis Ford Coppola: “En esta vida lo peor que se puede ser es pretencioso. No hay nada peor que ser pretencioso”. Y, ojo, lo dijo en el rodaje de Apocalypse Now, una de las obras más pretenciosas y más redondas del cine. Creo que Coppola, líder de una generación de cineastas norteamericanos a la que perteneció Terrence Malick, quiso decir que si quieres hacer algo hermoso siempre es necesario tener pretensiones, pero si finalmente resultas un pretencioso la has cagado, amigo. Paradojas de la vida.

Para mí no hay nada peor. Ni alguien descaradamente comercial, ni un plagiador sin personalidad superan a un pretencioso. Y eso me sigue pareciendo Terrence Malick.

Aunque en el Festival de Cannes obtuvo la Palma de Oro, su nueva magna obra venía con olor a chamusquina. Sean Penn, actor en la película, declaró: “La emoción que sentí al leer el guión (firmado por Malick), el mejor que he leído en mi vida, estaba ausente de la pantalla. Una narración más transparente y convencional hubiese beneficiado a la película sin restarle belleza ni impacto. Para ser sinceros, aún me pregunto qué estoy haciendo yo ahí". Una de dos: o Penn estaba distraído cuando leyó el guión o Malick acabó haciendo (en el rodaje y en el montaje) lo que le dio la gana. Aunque me quedo con lo segundo ante el disparate visto en pantalla, mejor me baso en la película estrenada y no en conjeturas, mejor me baso en una película pomposa que se atreve a hacer una pobre divagación sobre la creación y que se pregunta, vanamente, qué sentido tiene el dolor humano comparado con la inmensidad y belleza del Universo. Casi nada.

Malick no sólo es pretencioso, además es un tipo que va de trascendental, uno de esos supuestos genios del cine que consideran que la narración convencional o el cine narrativo se basa en una interpretación cerrada. No es verdad. Si a estas alturas no nos hemos enterado de que la ambigüedad se puede lograr sin aburrir y confundir mal vamos. Y encima Malick es un trascendental de tercera porque no se atreve a desnudar de narración a su película. Sin ir más lejos, las voces en off (irritantes susurros) siempre subrayan, explican. Malick, el sermoneador, no ha tenido narices de ser realmente audaz. Y además es un cursi.

Hay quien ha dicho que El árbol de la vida recuerda a 2001. Mal dicho. 2001 está compuesta por cuatro actos cristalinos y lineales y sólo el último es bizarro y difícilmente explicable para el espectador medio. Kubrick jamás ganó una Palma de Oro o un Oscar como director. Kubrick no hacía películas para agradar a los estetas y críticos. Malick sí.

En esta peli para onanistas de cineclub todo vale, toda interpretación puede ser posible. Las imágenes de la lava destructora son bellas, como lo es un meteorito que arrasa con el planeta y acaba con los dinosaurios. Malick muestra belleza en la demoledora naturaleza y aprovecha también para enfangarse en los clichés más horteras y babosos: un padre tocando el pequeño pie de su bebé, el mismo padre enseñando a plantar un árbol a su hijo haciendo que palpe la tierra húmeda, paseos al atardecer de gente por la playa, pies mojados de señoras en un verde césped… Imágenes pasteleras hasta la arcada. Casi publicitarias, como de anuncios de muebles suecos. Y el final, en la playa, es un disparate, de una cursilería imperdonable.

Hace años que Malick entra con carné VIP en el garito de los llamados CREADORES, ese club privado y elitista donde no importa que tus caprichos estéticos destrocen una historia, donde lo primero son tus reglas y luego la coherencia narrativa, donde el llamado “mundo propio” lo ahoga todo, donde no hay directores o escritores sino “visionarios”. Un club de gente ABURRIDÍSIMA.

José Luis Guerín, que no es precisamente un director de cine de acción, ha escrito lo más atinado que he leído sobre El árbol de la vida: "No comprendo esa retórica de lo espiritual que precisa de imágenes National Geographic con cataratas, nubes aceleradas y grandes paisajes con fondos musicales sublimes. No entiendo cómo se puede ir tras lo sublime de ese modo. Me parecen clichés new age muy próximos a la publicidad. Una simple tetera humeante en un encuadre de Ozu contiene mayor trascendencia y misterio que todo The tree of life". Totalmente de acuerdo. Escrito el domingo 3 de octubre de 2011.

2 comentarios:

napalm dijo...

Tengo que discernir, con lo que me gusta destrozar las películas pretenciosas. Esta lo es, sí, pero sin ser redonda consigue gran parte de lo que pretende, y me parece que está a la altura de 2001 como experimento cinematográfico. Su expresión del dolor, de la alegría del nacimiento, de la confusión de la pubertad está marcada por ese capítulo sobre la creación, natural o divina. Cuando regresa de ese capítulo no vuelves a ver a la familia del mismo modo. Es el gran hallazgo del guión, emocionante. En cambio tiene defectos como que termina tres veces o que abusa de los momentos de anuncio de pañales en exceso, la vida no está sólo llena de detalles emocionantes, también hay rutinas.
En fin, un experimento muy positivo y valiente. Da gusto salir del cine emocionado y comiéndote el coco.

Anónimo dijo...

Como ya hablamos, y aunque la he puesto verde, también hay que decir que MÁS PELÍCULAS COMO ESTA HACEN FALTA EN LAS SALAS Y EN LAS PRODUCTORAS.

-IVAN-