Gassman es el que lleva toda la película a sus espaldas y lo hace de una forma que yo no he visto hacer a NADIE. Me explico: Gassman consigue meterse en la piel de un auténtico trepador con una mezcla de simpatía, cinismo, histrionismo y dramatismo contenido que me parece milagroso. Su personaje, escrito magistralmente por Ruggero Maccari y Ettore Scola, es una compleja mezcla de nihilista que se ríe de la absurda, alienante y cobarde vida del funcionario y de la estupidez de los muy ricos pero a la vez empieza a obsesionarse por el dinero y por acabar siendo eso que llaman un “perdedor”.
En su eminente trabajo, lo secundan eficaces actores como Anouk Aimée o Jean-Louis Trintignant y la música la pone un gigante por todos conocido: Ennio Morricone. En tareas de dirección no acreditadas otro grande: Dino Risi.
Los sesenta fueron un gran periodo para la tragicomedia italiana, pico de creatividad de grandiosos guionistas, directores y actores como Gassman que supieron rebuscar en la basura de la llamada modernidad y ese resbaladizo concepto del “perdedor”.
A propósito de esta palabreja que un servidor ha utilizado erróneamente en más de una ocasión, el maravilloso actor Paul Giamatti dijo lo siguiente cuando un periodista de Nueva York le preguntó si estaba especializado en “perdedores”:
“La verdad es que nunca había pensado en mis personajes desde ese punto de vista. No creo que lo sean, son simplemente tipos normales. En EEUU quizás se les vea como perdedores porque no son héroes, pero eso es una peculiaridad de nuestra cultura”.
Poco más puedo yo añadir.
1 comentario:
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