Ayer volví a leer los propósitos que me marqué para el 2009 en este blog. Me sentí mal. No por no cumplir casi ninguno, sino por lo patéticos que me parecieron esos propósitos. Tal asco me he di, que lo borré. Contenía aquel texto una serie de pretensiones materiales e intelectuales, pocas humanas. Hablaba de conseguir publicar un librito, de no abandonar mi novela, de un cortometraje que ni se escribió, de los libros que me quedaban por leer… Basura.Era aquel post una paja. Acabo de cumplir años y vuelvo a percibir que no sumo nada, sino que resto, aunque suene a frase de libro de autoayuda de mierda. No se puede mirar al futuro pretendiendo creer en él, engañándote, con la ilusión, la ambición de aquel post. Qué inocencia...
No quisiera despedir el 2009 sin felicitar al personaje del año: el banco. Felicidades, queridísima entidad. ¿Qué digo entidad? ¡Deidad! Como bien ha recordado alguien, ya son mil millones las personas que la palman de hambre. Erradicarla costaría 44.000 millones de dólares anuales, menos de lo que ha costado salvar a los bancos. Por eso, y no por otra cosa, pasará a los anales de la desvergüenza humana el 2009: por salvar a los bancos. Hace DOCE años Reverte escribió: “Siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden. Resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos. Eso es lo que viene, me temo".
“Reguera, eres un demagogo”. Los que así piensen, réstenme. A los demás les digo lo que dicta el protocolo, la educación, la Igartiburu, el Jorge Javier y la madre que los parió a todos: Feliz año. Nos vemos en unos días.










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