“El mejor lector y el mejor humano son los que me recompensan con su ausencia”. (Charles Bukowski)
Una vez me presentaron a un joven idiota que quería escribir, pero no le bastaba con escribir, quería sobre todo “dedicarse a ello”, quería ir de escritor por la vida. Conocer a otros escritores y a editores, adular a sus lectores, entrar en el mundillo, “vivir de ello”. Un idiota integral.
Un año más me he acordado de él al celebrarse la feria del libro. Y un año más he pasado cien pueblos de ella. Viendo las mismas fotos de peña apelotonada me ha vuelto a dar pavor compartir esos olores humanos. Y un año más he visto a los autores dejándose fotografiar, firmando libros ante su cola de seguidores, compitiendo a ver quién la tenía más larga. Hace tres años estuve allí con un libro mío y de NAPALM, pero no firmamos nosotros sino Carlos Pumares, protagonista de nuestro trabajo. Él, paradójicamente, se quejaba ante los seguidores: “¡Pero si yo no lo he escrito!”.
Nada tiene que ver la escritura con la foto, la feria, el mercado, el tenderete, la caseta, la adulación, la dedicatoria “personal” y las colas cortas o superdotadas. La feria es cosa del editor y sobre todo del distribuidor. En lo industrial la menor tajada siempre se la lleva el que piensa y escribe la obra y no el que la manufactura o la vende. Un absoluto despropósito.
Rodrigo Fresán ha escrito hace poco en el ABC algo que desconocía y me ha parecido interesantísimo. Transcribo: “El verdadero misterio reside no en que un escritor decida desaparecer, sino en que haya tantos escritores mostrándose demasiado. Y es que en un principio no era así: en un principio el cuerpo (el corpus) eran los libros, y sus autores una suerte de fantasmas en vida, pero fantasmas al fin. El asunto se complica con la llegada de Charles Dickens. Es él quien descubre y patenta la industria del escritor como producto: se lanza a largas giras, ofrece conferencias, cobra por lecturas que son mucho más que eso. Los que estuvieron allí dejaron testimonio del alto dramatismo de las veladas. Freud lo hubiera calificado de histérico y sus biógrafos aseguran que semejante esfuerzo live fue lo que llevó a Dickens a la muerte”.
“A partir de entonces se le exige al escritor una vida social y no-ficción que compense la soledad de sus ficciones. No importa que en las raíces de la vocación se encuentre la obviedad incuestionable de un «escribo porque me gusta estar solo». Ahí están los cada vez más numerosos festivales, los programas de radio y televisión, la obligación de opinar sobe cualquier cosa y hasta la cláusula en los contratos con la editorial donde se estipula que el padre de la criatura deberá promocionarla con entrega y, si es posible, alegría. De ahí también que la decisión de esconderse (de dejar el juego) cause extrañeza primero y en seguida fascinación”.
Y aunque yo publique esto en un blog personal presidido por mi careto y me entretenga en las redes sociales, entiendo a Fresán y entiendo y admiro a los huidizos, a los misteriosos, a los que escriben y desaparecen.
Escrito la noche del 15 de junio de 2010.
viernes, junio 18, 2010
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3 comentarios:
Lo que dices tiene mucho sentido. Hay que mantener el "misterio" sobre el autor, pero no como una pose, si no como una coraza.
Pienso en Trevanian. O en Cormac McCarthy. No se quienes son o que aspecto tienen. No me importa que piensan sobre el calentamiento global, o el conflicto en Kirguizistán....solo se que me gusta lo que escriben y que están ahí cuando los necesito: en mi biblioteca, no en la portada de PRONTO.
Peliagudo asunto éste, al menos a mi modo de ver. A mí también me gustaría poder vivir de lo que escribo, aunque no sueño con la fama ni con miles de groupies queriendo acostarse conmigo. Como siempre en cualquier aspecto de la vida, el témino medio es la justa medida de todo, y no veo qué puede tener de malo querer vivir de lo que a uno le gusta. Otra cosa es que seas un egocéntrico soplapollas (como sospecho que era el tipo al que conociste), y más que "vivir de lo que te gusta" lo que busques sea vivir de explotar tu imagen y tu popularidad. Cosa que por cierto es a lo que se tiende ahora, como bien has indicado en el post...
...los que escriben y desaparecen....
Un escritor invisible, callado, que de vez en cuando hablaba con otros escritores, se negó a "venderse", a "promocionarse" porque le quedaba todavía mucho trabajo. Siguió trabajando. Por fin llegó a la última palabra, revisó el manuscrito, lo envió a los editoriales más importantes de Manhattan. Su agente, segura de que se desataría una guerra entre los editores más agresivos, se sentó al lado del teléfono. Y nada. Por cuatro años, el escritor guardó el manuscrito, siguió escribiendo en el anonimato y pensó: "seré uno de esos novelistas que no se publican." Y siguió trabajando. Después de cuatro años, un editorial muy pequeño, casi desconocido, que edita todos los años UNA novela relacionada con temas científicos, le hizo una oferta de editarlo. Y le pagaron mil dolares. Volvió a desparecer, después de dar un par de entrevistas en revistas muy especializadas. Meses después, el escritor, Paul Harding, ganó el Pulitzer. Consiguió un contrato gordo de uno de los grandes editoriales. Y volvió a desaparecer.
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