
1.280 almas, que forma parte de la estupenda colección Serie Negra de RBA, es la historia de un vulgar sherif que se hace pasar por tonto para sobrevivir y salirse con la suya en un pueblo (y, por extensión, un país) muy corrupto. Y él, el sherif Nick, es el más corrupto de todos.
De Nick entiendes su nihilismo, admiras su astucia y desprecias su crueldad. Nick es una bestia con cara y voz de paleto que aborrece a sus conciudadanos, a “todos los hijos de puta que se vuelven cuando cae una moneda al suelo; todos los cabrones que van con los huevos por delante, con un dedo en el culo y otro en la boca, creyendo que no les pasará nada; todos los chulosputas que piensan que la orina se les volverá limonada; todas las almas cándidas hechas, al parecer, a imagen y semejanza de Dios y a quienes lamentaría profundamente encontrarme en una noche oscura”. Y ese dios tampoco se libra de su desprecio blasfemo: “Me estremecí y pensé en lo maravilloso que había sido nuestro Creador al hacer algo tan repugnante y nauseabundo, tanto que, cuando se comparaba con un asesinato, éste resultaba mucho mejor”.
El lenguaje de 1.280 almas es duro y en ella aparecen los temas de las novelas que hicieron grande a Thompson: violencia, sexo, mentira, ignorancia, misoginia, racismo y prostitución física y moral. Sobre todo moral. Thompson, además, es una grandísimo dialoguista y un creador de ambientes asombroso.
1.280 almas se desliza por los territorios de la moral con la misma facilidad con la que su protagonista implica en sus crímenes a los que le rodean, algo que le encanta hacer a Thompson, que dibuja una línea entre el humor y el horror tan borrosa que sobrecoge. Por eso su novela es una de las grandes del género.
1 comentario:
Habrá que leerla
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