viernes, octubre 30, 2009

El desencantado

Anthony Burgess, autor de La naranja mecánica, dijo de ella que “perdurará en todos aquellos que tengan la inmensa fortuna de leerla por primera vez”. He sentido esa fortuna. La novela, siguiendo la filosofía de su autor, es de filo cortante, pero nunca oímos el sonido del hacha al afilarse.

‘El desencantado’ es obra de un viejo amigo de este blog y al que perdimos este verano: Budd Schulberg. Su historia: un joven guionista es contratado por un estudio de Hollywood para escribir un estúpido guión comercial junto a una gloria literaria en decadencia. Y esa gloria es, aunque se le cambie el nombre en la novela, Scott Fitzgerald.

Retrata ‘El desencantado’ a plumillas, aduladores, siervos, arribistas y trepas de una forma pasmosamente veraz. Los productores son aquí mentirosos, cobardes, ignorantes, prepotentes y rapaces sexuales que se acuestan con jovencitas con las que comparten más de lo que parece. Sobre todo una pasión: el dinero. Ellos, los amos, son los peor parados, aunque en realidad nadie sale bien parado en la novela. Escribe Schulberg sobre el pez gordo, el gran jefe:

“No había nada que decir. Había dejado bien claro que aquella no era una conversación de igual a igual. Iba de buen tío. Lo único que hacía allí era asistir a una interpretación. Se preguntó que sabía aquel alquimista impetuoso. Se comentaba que la única forma de literatura con la que estaba familiarizado era la sinopsis. Sin embargo, poseía la capacidad camaleónica de adoptar la colaboración intelectual de cualquier idea que le entrara en la cabeza. Era un hábil ladrón de ideas, capaz de penetrar a hurtadillas en los pastos intelectuales de los demás para cuidar de sus ideas y, rápidamente, registrarlas y venderlas como propias”.

Fitzgerald, apodado Halliday en la novela, intenta superar su adicción al alcohol y ve el mundo con una mezcla de romanticismo y cinismo que a uno le suena, ay, muy familiar. Halliday, cantamañanas a veces y genial otras, no es ni liberal, ni conservador, ni radicar. Es, sencillamente, el desencantado, el superviviente de los locos veinte, los años de ‘La tierra baldía’, ‘Manhattan Transfer’ o ‘El gran Gatsby’. Halliday es alguien que triunfa demasiado pronto, se lo cree y bebe hasta que lo echan del local. Del paraíso.

Escribe Schulberg que sólo los aristócratas y los vagabundos se permiten el lujo de ser groseros. También que para ser un verdadero escritor hay que ser un chulo al que le importe un huevo la crítica, el mercado y el público. Chín, chín.

Textos relacionados:
ADIÓS A BUDD SCHULBERG
¿POR QUÉ CORRE SAMMY?
MEMORIAS DE UN PRÍNCIPE EN HOLLLYWOOD

2 comentarios:

Leo dijo...

Entonces fijo que nosotros somos unos escritores cojonudos porque nos importan un huevo las críticas, el mercado y, casi casi, también el público :p.

Grande el tito Budd.

Awake at last dijo...

Mmmmmmm... (ese mmm es de interés, ni de indiferencia, ni de labios pegados con loctite, ni de sonidos contenidos...)

XD

Mks.