40

Ayer fui radiante al curro. Estaba recién duchado, estrenaba polo, ya tenía la piel algo bronceada, hacía una mañana hermosa en Madrid, me sentía de puta madre y pedaleaba con buen ritmo, completamente abstraído. Me puse a cavilar. Medito mucho, la mayoría sobre chorradas, cuando voy en bici.

Me faltaban cinco minutos de pedaleo para entrar en la oficina. “Nos díaaaaas”. Pensaba en el partido de esta tarde contra Chile. La cosa no pinta bien, me decía. ¿La selección volvería a perder, otro mundial tirado a la basura, la maldición de España? Y entonces pensé en el próximo mundial, en el que yo tendría… CUARENTA años.

Casi detengo la bici. C-u-a-r-e-n-t-a. ¿YO cuarenta? ¿Estamos todos locos o qué? ¿Este careto tiene pinta de ir para los cuarenta, este cabello, estas manos, estos ojos? ¿Cómo estaré, cómo SERÉ en el mundial de 2014? Cuatro veranos van a pasar a la velocidad de la luz… Recuerdo, de adolescente, ver a mis tíos cuarentones como auténticos carcamales, con sus canas, sus periódicos, sus parientas, sus conversaciones, su cansancio, su aburrimiento vital.

Pero el número 40 no me jodió la hermosa mañana. Rumié otra vez. Antes las mujeres parían a los veintitantos, hoy a los treinta y tantos. A mí no me verá con indolencia un adolescente, sino con curiosidad un crío de cuatro años, que será la edad de los chiquillos de mis amigos. Absurdas matemáticas, pero a mí me valen.

Al llegar a casa, tras la jornada de curro, leí en el libro de Isherwood que estoy leyendo lo siguiente: “Estoy vivo, ¡estoy vivo! La energía vital brota, ardientemente, a través de él, y el placer y el apetito. ¡Qué bueno estar en un cuerpo, con su sangre aun caliente, su semen vivo, su generosa médula y su carne saludable!”.
Escrito las noche del jueves 24 de junio de 2010. Foto: Frid.