martes, abril 19, 2005

Historia sin memoria

“Mi padre ya estaba mal -dijo Junior- y yo no quería que acudiera al mitin, pero él insistió. Entonces le escribí un discurso con letras muy grandes. Leyó bien el primer folio, pero en el segundo perdió el hilo y volvió a leer el primer folio. Él se dio cuenta y dijo: "Perdonen ustedes, pero creo que me he liado". Retomó los papeles y empezó a repetir el fatídico folio. Finalmente dejó de lado el discurso preparado y con su espontaneidad habitual dijo: "Bueno, para qué mas discursos, yo lo que os quiero decir es que mi hijo es una persona de bien y que hará muy bien su trabajo". Los presentes estallaron en un aplauso interminable”.

Está enfermo, muy enfermo. La enfermedad, a la que nadie se decide a ponerle un nombre -¿mal de Alzheimer, demencia, locura, falta de riego en el cerebro?- empezó a manifestarse en pequeños síntomas aislados hace mucho tiempo. Su hijo, Junior para la familia, me asegura que no podrá saberse con exactitud la dolencia que le aqueja hasta después de su muerte. Sus médicos pueden suavizar los efectos pero no atajar las causas; le reaniman en momentos de extrema postración, cuando le ven que no levanta cabeza o le sedan cuando se excita en exceso; cuidan de mantener los ciclos de día y de noche, de luz y de oscuridad y aconsejan la compañía de quienes le proporcionen sensación de familiaridad, de terreno conocido.

El ex presidente Suárez no sólo ha perdido la memoria; tampoco se acuerda de hablar. Lo intenta, balbucea, a veces consigue articular una palabra o una frase no siempre con sentido y algunos amigos muy íntimos creen o quieren creer que les reconoce, que se alegra de verlos, pero van espaciando las visitas. «Lo pasas muy mal -me decía uno de los íntimos desde la infancia- ves que intenta decirte algo, pronuncia frases inconexas. Es una pena tremenda para los que le hemos conocido en toda su gallardía y vitalidad».

José García Abad (El mundo, www.elmundo.es)

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