Si algo queda claro de todos estos días, no es que el Espíritu Santo, en plan B. DeMille o Spielberg, haya ayudado con su rayo celestial a los cardenales a elegir Papa, sino que no hay nadie como el Vaticano para diseñar, montar y rentabilizar un espectáculo.
Hollywood no superará jamás el merchandising católico (souvenirs), el pusilánime y obsceno respaldo mediático (prensa y marketing), el suspense de la fumata blanca (fotografía y efectos especiales), el cónclave cerrado a cal y canto (decorados y efectos sonoros), el colorido y fasto cardenalicio (vestuario), las escenas de masas (figuración), el cadáver del pontífice (maquillaje), el nuevo Papa (actor principal)…
Hollywood, industria eminentemente judía, no se ha volcado como algunos han dicho a hacer panegíricos papales. No son tantos, son más las películas bíblicas que las vaticanas. El filón de la cruz ha demostrado su poder taquillero desde Los Diez Mandamientos o Rey de reyes hasta el blockbuster de Mel Gibson La pasión de Cristo.
En pleno neorrealismo italiano, se estrenó Cónclave secreto (1951), film con título de best seller de vagón de metro y que habla de Pío X. El primer Papa, Pedro, tuvo su homenaje en una película de Frank Borzage llamada El gran pescador (1959). Howard Keel, leñador en Siete novias para siete hermanos, era Pedro. Para qué decir más.
En 1963 Otto Preminger estrenó su ambiciosa El cardenal, un film que siempre me ha parecido más que largo, eterno. La película, polémica en su tiempo, narra la historia de un cardenal que quiere pero no puede llegar a Papa por ser un pecador de la pradera.
Y si Charlton Heston y su acento yanqui era de por sí poco creíble como judío en Ben-Hur o como Moisés en Los diez mandamientos, haciendo de Miguel Ángel ya es el despotorro total. El gran Carol Reed lo dirigió en El tormento y el éxtasis (1965) y Rex Harrison hizo de Papa Julio II, aquel que encargó las pinturas de la Capilla Sixtina.
La más espectacular película papal, eso sí, es Las sandalias del pescador, rodada tres años después que la de Heston y en la que un perfecto Anthony Quinn recrea la figura de un Papa venido del Este (como Wojtyla), que sufre las atrocidades comunistas en Siberia y es elegido sustituto de Pedro. En el reparto los enormes Laurence Olivier, John Gielgud y Vittorio de Sica. Lo mejor del film, además de su intachable detallismo y sus escenas de masas, es su final, cuando el Papa sale al balcón y anuncia solemne, y ante estupor de cardenales, que los tesoros del Vaticano serán vendidos para los menos favorecidos del mundo, para los pobres. Una buena película de ciencia ficción, sin duda.
No es hasta los ochenta cuando nos encontramos con una hagiografía de Juan Pablo II o Karol Wojtyla. El film narra toda la vida del ex Papa hasta su coronación y está espantosamente dirigido por un amigo personal del retratado, el polaco y católico Krystorff Zanussi. Este truño, que es más un reportaje publicitario que algo que se parezca al cine, se llama De un país lejano y cuenta con un insufrible Sam Neill.
Para la tele se hicieron, curiosamente, dos telefilmes sobre Juan XVIII. El primero, con Rod Steiger, se llama Un hombre llamado Juan (1965). El segundo, Papa Giovanni (2002), con Edgard Asier (Lou Grant), habla también del Papa del Concilio Vaticano II.
No puedo olvidarme, claro, de los films que hablan de las cloacas vaticanas como Amen (o la cobardía papal ante lo que sucedía en los campos de exterminio nazis) o El padrino III (o cómo la mafia también puede llevar sotana). “El Vaticano es una empresa como otra cualquiera pero con leyes muy, muy antiguas, señor Corleone”. La película, inmensa pero algo maltratada en su tiempo, se basa en hechos reales.
La Santa Sede, para justificar el escándalo de Banco Ambrosiano, dijo en su día haber sido víctima de un estafador llamado Michele Sindona que el Papa Pablo VI nombró Consejero Financiero del Vaticano. La investigación del juez demostró que Sindona fue escogido a conciencia porque había sido el banquero de la Cosa Nostra. Lo cierto es que un día, entre las 9:30 de la noche del 28 y las 4:30 de la mañana del 29 de septiembre de 1978, Juan Pablo I fue (según muchos) asesinado. El único Papa más efímero que él fue Leo XI, que sirvió 17 días y también, dicen, fue envenenado. Falló la seguridad y el tiempo de su muerte nunca fue aclarado. Tampoco fue realizada la autopsia. The End.
lunes, abril 25, 2005
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1 comentario:
Lo de JP I huele mal, sí.
A este respecto del "cine papal", el Padrino III es una estupenda película. No llega al nivel de las dos anteriores, pero tampoco es "MALA, MALA, MALA, MALA" como dijo Pumares en su día. Y pone los pelos de punta, al hacerte pensar sobre los tejemanejes de la Santa Iglesia Católica....
Y efectivamente, "Las sandalias del pescador" (que no "pecador") es una película estupenda. Y muy entretenida también, pese a su larga duración. El problema es que ya está más vista que el TBO.
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