viernes, mayo 17, 2013

Maupassant esencial




La primera vez que oí hablar de Guy de Maupassant fue por su relación con La dirigencia de John Ford, inspirada en su maravilloso relato Bola de sebo, mi favorito. El magistral guión obviaba el conflicto sexual y se centraba en el social. Años más tarde, y gracias al periodista Manuel Hidalgo, me animé a empezar con él, concretamente con sus relatos reunidos por Debolsillo en ‘Cuentos esenciales’. Ha merecido mucho la pena. Maupassant es un tipo brillante e imaginativo, un maestro del relato breve con una muy merecida fama.  

Me fascina su universalidad. Muchos de sus relatos, ambientados a finales del XIX, son hoy perfectamente adaptables al cine porque valen para cualquier época. La mediocridad del burgués o el funcionario, la brutalidad del campesino, el embuste religioso (a los curas los llama “violadores de almas”), la crueldad con los animales, los fantasmas, la muerte, la locura, la guerra, la amistad, el sexo, los celos o el amor lícito e ilegal (“El amor legal mira siempre por encima del hombro a su libre hermano”) son sus temas preferidos. 

Así describe, por ejemplo, a un burgués: “En vez de la distinción que no poseen, hacen gala de una dignidad fuera de lugar. Sus caras inquietas y tristes reflejaban también las preocupaciones domésticas, la continua necesidad de dinero, las antiguas esperanzas definitivamente defraudadas; pues todos pertenecían a ese ejército de pobres diablos agotados”.       

Así describe, por ejemplo, a un marido: “No era inteligente. Hablaba de un modo tajante, expresando pareceres que cortaban como cuchillos. Se notaba que su mente estaba llena de ideas preconcebidas. No dudaba nunca, tenía acerca de todo una opinión inmediata y limitada, sin vacilar nunca ni comprender que podría existir otra manera de ver las cosas”.      

Nervioso, demente, acosado por un pánico hereditario, Maupassant contrajo la sífilis, intentó suicidarse degollándose y murió finalmente en la clínica parisina de un tal Doctor Blanche. En uno de sus relatos dice: “El mundo está envejeciendo. Se comienza a ver claro, y la gente no se resigna. Hoy sucede con el destino lo mismo que con el gobierno; sabemos de qué se trata; comprobamos que se nos engaña por todas partes, y dejamos este mundo”.