miércoles, octubre 30, 2013

lunes, agosto 19, 2013

La cultura, ese invento del gobierno



Así tituló Rafael Sánchez Ferlosio un artículo en 1984. Un cuarto de siglo después, con la segunda victoria del PP, intelectuales ligados al PSOE  clamaron por que no desapareciera el Ministerio de Cultura (un rumor) porque para ellos el Estado siempre ha sido igual a industria cultural. En el fondo, en ese grito de alarma se escondía la necesidad de salvar un status quo diseñado por ellos mismos y amparado durante décadas.      

Un ensayo muy comentado en la red es el libro colectivo ‘CT o la Cultura de la Transición’ (2012). La CT es un término acuñado por Guillem Martínez para nombrar la cultura hegemónica en España en los últimos 35 años. Su tesis: en los setenta, el país vive la adhesión sin aristas de la izquierda al nuevo poder surgido de la transición, es testigo de la creación de un mundo cultural pautado, un tapón cultural que ha convertido a miles de artistas en marginales y a unos pocos en oficiales.

La relación es la siguiente: la cultura no se mete en política salvo para dar la razón al Estado y éste no se mete en cultura salvo para subvencionarla, premiarla y darle honores. El resto es lo problemático, lo marginal. Lo que está cerca de la CT (y sus festivales, museos, universidades, revistas, televisiones, emisoras, productoras o editoriales) es aceptado porque es DE LOS SUYOS. Lo que está lejos NO ES CULTURA, no hay que tomarlo EN SERIO.

Así, el Estado es el motor de la cultura, que es vertical y no horizontal. Así, la cultura forma parte del proyecto político del Estado o de los reyezuelos de las taifas autonómicas (véase las CT vasca, catalana, gallega, andaluza o valenciana, de las que casi nada se habla en el libro). El gusto cultural y lo culturalmente correcto lo decide el Estado, que genera una cultura servil. El éxito en España, como escribe Guillemo Zapata, es un mecanismo en el que las esferas de la empresa, la cultura, la política y los medios se entremezclan. Y se crean para ello lugares de éxito: portada de El País, película con todos los Goya, la gira musical del año…      

Este ensayo tiene muy pocos referentes porque pocos se han atrevido a indagar hasta la fecha en el asunto. Y ha sido o por miedo o por rechazo, porque muchos creerán que no hay tal CT. Puede que el mejor referente sea Sánchez Ferlosio, de los primeros en denunciar una cultura domada por el Estado. La desactivación de la cultura fue especialmente escandalosa en el referéndum de la OTAN, donde pocos intelectuales cuestionaron el bandazo ideológico de Felipe González, aquel presidente enrollado que invitaba a la bodeguilla a Umbral, a Miguel Ángel Aguilar, a Javier Pradera, a Coll, a Aute, a Teddy Bautista y a Ramoncín. Ellos fueron los cruzados de la CT y a ellos se les unieron Caro Baroja, Chillida, Antonio López, Semprún, Juan Cueto, Marsé, Goytisolo, Pombo, De Villena, Sancho Gracia, Panero…         

Fueron los años en los que a Javier Krahe, del que también se olvidan en el libro, le cortaron el micrófono EN DIRECTO mientras cantaba la canción anti-Felipe Cuervo Ingenuo. Tú actuar radicalmente, Tú detener por diez días, En negras comisarías, Donde mal trato es frecuente”. Pocos en esa época fueron tan osados y pocos como él fueron tan marginados. Loquillo sufrió algo análogo aunque menos feroz con Ojos vendados, un tema censurado que también denunciaba torturas en comisarías. España era una fiesta, y quien la aguara lo pagaba caro.    

Puede que hoy la globalización y la red (esa red que la Ley Sinde, que es pura CT, quiso amputar) estén logrando, poco a poco, que la cultura cambie de vertical a horizontal. Al menos lo deseo. Revistas, libros, discos o películas CT han dejado de venderse, de influir, de tener legitimidad. Puede que el capitalismo global se haya cargado la aberrante excepción española. 

No comparto todas sus tesis, pero ‘CT o la Cultura de la Transición’ es un libro que hay que leer. Es un trabajo demasiado ambicioso y pretencioso, pero necesario por lo que se plantea. Se equivoca en algunas salidas de tiesto (como comparar España con Corea del Norte) y en dar al 15 M una importancia que no tiene, pero el suyo es un debate que muchos echábamos en falta. Gracias. Escrito el sábado 17 de agosto de 2013.

viernes, agosto 09, 2013

A medianoche




En España no andamos muy sobraos de actores de raza. O a los veteranos los hemos perdido, o los hay pero sin suerte, sustituidos por actores mediocres, modelos, chistosos de la tele o famosillos de tercera.

Y entonces pasa. Muy de vez en cuando. Y vuelves a disfrutar de un animal sobre el escenario. Me ha pasado en A medianoche, que se presenta como “comedia romántica”, pero va más allá del cliché: es cañera, con un tono atrevido y descarnado, nada que ver con los lugares comunes de las comedietas vodevilescas o los musicales comerciales.

El trabajo que hace Iñaki Font (junto a Itziar Atienza, que en momentos hasta se desocojona viva ante las salidas de tiesto de Font) es realmente bueno. Hasta ahora solo había juzgado su trabajo en cine, y la verdad es que en un escenario el tío también impone. Tanto él como Atienza se pegan una considerable paliza, y son noventa minutos que no se hacen largos. Y lo logran sosteniendo solitos todo el andamiaje, respaldado por mínimos elementos de escenografía y algún efecto sonoro.

La cachondísima obra, un éxito del festival de Edimburgo, es la confesión personal de un escritor y músico frustrado que a los 35 años se siente acabado y de Helena, abogada matrimonialista igual de frustrada. Los dos narran al público, cara a cara, lo que les sucedió la noche en la que se conocieron y el resto de todo un disparatado fin de semana. Y no solo nos lo cuentan, también representan a personajes episódicos, y a veces ella hace de ellos y él de ellas.

Debo confesar que en los primeros minutos tuve la sensación de que todo ese bla, bla, bla, ese cara a cara, esa desnudez escenográfica, iba a ser insostenible durante hora y media, pero el resultado es pura diversión y también una buena dosis de melancolía. Y todo acompañado de canciones que Itziar e Iñaki, que no son cantantes, interpretan muy dignamente. Por verles, y sobre todo por alucinar con un actor con tremenda vis cómica, generoso y espontáneo, merece la pena A medianoche. Y dense vida, que están en el Maravillas hasta el 1 de septiembre.


domingo, julio 07, 2013

Estados de ánimo


Ir a la Cineteca del Matadero es toda una experiencia, mezcla de reunión pedante con unión ante la adversidad. En ese ambiente se palpa que el cine como lo conocimos se ha ido al carajo, pero también que no se va a dejar de hacer cine. Quién me iba a decir a mí, que fundé mi revistilla para cinéfilos y estudié con ilusión en la Escuela de cine, que vendrían tan mal dadas, que hasta la casta peliculera las pasaría putas.

Una de las películas que vi en el Matadero fue Los Ilusos, de Jonás Trueba, hijo de un miembro de la citada casta. La película no me disgustó a pesar de tener momentos ridículos y pedantorros, y no me desagradó porque de vuelta a casa pensé: este ocioso hijo de papá ha rodado lo que se le ha puesto de los cojones. Y encima ha logrado una peliculita honesta sobre la necesidad de hacer cine, sobre aburrirse (hay que tenerlos cuadrados) y sobre la amistad entre unos perdidos culturetillas.

También pensé que estamos asistiendo a la creación y proyección (donde les dejan) de estados de ánimo más que películas. De diarios personales, de anotaciones, de esbozos, de reflexiones libres y anárquicas, de ajustes de cuentas, más que de películas tradicionales.

Como ajuste de cuentas familiar es Carmina o Revienta, también proyectada en el Matadero. Una película ramplona, extraña, descojonante pero a la vez desagradable, privada pero a la vez tan española, sin un guión cerrado, dando rienda suelta a la improvisación de dos grandes actrices como la hermana y la mamá de Paco León, que rodó todo en menos de dos semanas y sin ninguna ayuda oficial. Claro que de pasta anda sobrado el amigo.

Las dos películas, y otras que están y que vendrán, son obras sin una tesis, sin una arquitectura de guión tradicional. Son estados de ánimo. Es cine hecho sin pensar demasiado o nada en el público, cine hecho por necesidad. Para ellos. Y este nuevo cine no sé si será realmente nuevo, pero sí que será tan extraño, idiota, valiente, raro, malo, único, patético, eterno y olvidable como un diario personal, una carta o un blog. Y entre todo ese cine inabarcable algún día saldrá también algo absolutamente genial. O eso deseo.

Como me recordaba David Yáñez Barroso, fue Chris Marker quien dijo que ya "poseemos los medios para una nueva forma de hacer cine íntima, solitaria. El proceso de hacer películas en comunión con uno mismo ahora no solo tiene que ser experimental”. Estas palabras tienen que ver con las películas como estados de ánimo.

El off cinema que se está gestando en España es un cine que tenemos que ver y hacer. Además de Los ilusos y de Carmina o revienta, vendrán otras mejores o peores y algunas acabarán fascinando a unos cuantos pocos ilusos que no queremos renunciar a sorprendernos. Escrito el 4 y 7 de julio de 2013.

viernes, mayo 17, 2013

Maupassant esencial




La primera vez que oí hablar de Guy de Maupassant fue por su relación con La dirigencia de John Ford, inspirada en su maravilloso relato Bola de sebo, mi favorito. El magistral guión obviaba el conflicto sexual y se centraba en el social. Años más tarde, y gracias al periodista Manuel Hidalgo, me animé a empezar con él, concretamente con sus relatos reunidos por Debolsillo en ‘Cuentos esenciales’. Ha merecido mucho la pena. Maupassant es un tipo brillante e imaginativo, un maestro del relato breve con una muy merecida fama.  

Me fascina su universalidad. Muchos de sus relatos, ambientados a finales del XIX, son hoy perfectamente adaptables al cine porque valen para cualquier época. La mediocridad del burgués o el funcionario, la brutalidad del campesino, el embuste religioso (a los curas los llama “violadores de almas”), la crueldad con los animales, los fantasmas, la muerte, la locura, la guerra, la amistad, el sexo, los celos o el amor lícito e ilegal (“El amor legal mira siempre por encima del hombro a su libre hermano”) son sus temas preferidos. 

Así describe, por ejemplo, a un burgués: “En vez de la distinción que no poseen, hacen gala de una dignidad fuera de lugar. Sus caras inquietas y tristes reflejaban también las preocupaciones domésticas, la continua necesidad de dinero, las antiguas esperanzas definitivamente defraudadas; pues todos pertenecían a ese ejército de pobres diablos agotados”.       

Así describe, por ejemplo, a un marido: “No era inteligente. Hablaba de un modo tajante, expresando pareceres que cortaban como cuchillos. Se notaba que su mente estaba llena de ideas preconcebidas. No dudaba nunca, tenía acerca de todo una opinión inmediata y limitada, sin vacilar nunca ni comprender que podría existir otra manera de ver las cosas”.      

Nervioso, demente, acosado por un pánico hereditario, Maupassant contrajo la sífilis, intentó suicidarse degollándose y murió finalmente en la clínica parisina de un tal Doctor Blanche. En uno de sus relatos dice: “El mundo está envejeciendo. Se comienza a ver claro, y la gente no se resigna. Hoy sucede con el destino lo mismo que con el gobierno; sabemos de qué se trata; comprobamos que se nos engaña por todas partes, y dejamos este mundo”.

miércoles, febrero 27, 2013

Veintidós palabras




¿Cómo hubiera sido el 23 F con Twitter o Facebook? ¿Y la renuncia de Suárez? ¿Y la OTAN “de entrada no”? ¿Y Filesa? ¿Y Roldán? Nunca lo sabremos, pero imagino que algo parecido a lo actual: un patio de vecinas, una sucesión de chistes, frases ingeniosas y fotomontajes chorras. Y ya, y a otra cosa al día o la semana siguiente. No me imagino a González, a Suárez, a Gutiérrez Mellado o a Fernández Miranda soltando soplapolleces por Twitter mientras escuchan a un contrincante en el congreso.

Toni Cantó sí es de esos juntacaracteres porque es un actor afectado que se ha pasado a la política. Como Reagan. Un político mediocre al que nuestra cámara de representantes no le queda grande porque está plagada de medianías como él. O como Gorriarán, compañero de Toni en UPyD y que puede despachar, en pleno curro, quince o veinticinco tweets. Y encima pobres y algunos faltones, vulgaridades de un hombre tremendamente vulgar.

Dicho esto, creo, y me incluyo, que nos hemos pasado cien pueblos con el pobre Toni. Y se han dicho de él auténticas barbaridades que no vienen a cuento. Sin medida, con saña, con esa cólera tan típicamente española. Y todo porque Toni es un político anodino porque no sabe respetar su cargo, ni los tiempos, ni el medio, ni el mensaje, ni nada. No se puede, porque es un disparate, resumir en veintidós palabras un tema tan grave como el de la llamada violencia de género o doméstica. Si Toni no fuese un insensato, hubiese recordado con más palabras y caracteres lo que sencillamente reza el programa de su partido en su punto 301: “Supresión de los juzgados especializados en violencia de género como tales, devolviendo al ámbito de la jurisdicción civil y penal estos asuntos y aprovechando la existencia de dichos juzgados y los medios personales y materiales con que cuentan para reforzar las necesidades de la planta judicial”. A mí me parece muy atinado. ¿Por qué no empezó por ahí y luego lo desarrolló?

Y explicas, con tiempo, calma y datos, que la violencia no es cuestión de géneros, sino violencia A SECAS. O que la Ley de Violencia de Género es un desbarro políticamente correcto, la típica perogrullada sociata. Podría Toni haber recordado que con esta ley quien tiene que demostrar que no es culpable es EL PROPIO ACUSADO.  Podría Toni haber hablado de las mujeres maltratadoras a las que, por ridículos orgullos machistas, los hombres no denuncian. Que existen denuncias falsas, que a muchísimos padres se les aparta de sus hijos por el vergonzoso trato de favor hacia las madres en los divorcios. Que sigue habiendo miles de hombres a los que les quitan la custodia de los niños por ser hombres.

Podría Toni haber escrito sobre eufemismos legales como la "insuficiencia probatoria" o sobre partes de lesiones sin lesiones, o sobre tíos que han pasado la noche en calabozos por burdas mentiras. Sería lo suyo, porque el tema lo merece. Y hacerlo con calma, con vehemencia, con datos, con información, con asesores, con consejeros… ¡Que es usted un diputado del Congreso, buen hombre!

Pero no, Toni se limitó a las absurdas reglas de Twitter y lo resumió todo en veintidós palabras. Y así le va. A él y, en consecuencia, a su partido.

Nota: gracias a mis amigos de Facebook (qué paradoja) por sus aportaciones. Escrito la noche del martes 26 de febrero de 2013. 

lunes, febrero 11, 2013

Blancanieves




El año pasado tuvimos que sufrir una cursilería llamada The Artist, película que padecía el mismo vicio de Blancanieves: ser un mero ejercicio formal. Con una dirección, una fotografía y un montaje fabulosos, Pablo Berger ha hecho realidad un sueño: volver al vértigo de la mirada de los años veinte, jugar con las inmensas posibilidades visuales del cine mudo, descartar el color, poner cartones explicativos y permitir sobreactuar a los actores. Por cierto, Maribel Verdú es mala hasta haciendo cine mudo.

La propuesta me parece entretenida, pero Blancanieves está lejos de ser una película. Se le parece, pero es más un experimento formal, un juguete para progres. No le veo sentido volver a contar una narración archiconocida como la de los hermanos Grimm y, encima, hacerlo de forma tan fría, previsible y finalmente aburrida. No entiendo propuestas como The Artist o Blancanieves; es como si para ser un escritor original y postmodernísimo alguien publicase una novela en latín o en escritura cuneiforme.

Me resulta curioso que Blancanieves, que tiene la complejidad justa de un cuento infantil, sea tan bien aceptada por los modernos. Es otro ejemplo del cine actual: forma con escaso fondo, pura apariencia visual, cine para enterados, ideal para comentar en una terracita de Lavapiés. “¿Has visto Blancanieves? Ma-ra-vi-llo-sa”. 

Blancanieves es una artefacto intelectual sin alma y que va a caducar rápido, cuando se le pase la temporada de premios, igual que sucedió con The Artist. Porque te puede gustar, la película te puede incluso sugestionar durante un rato, pero es un film que no vas a volver a ver porque ningún personaje cala, le falta humanidad, y la historia no es de las que se recuerdan. Vamos, que no me imagino a nadie que no sea un gafapastas o un modernete volviendo a ver este cuento mudo y tan predecible.

miércoles, enero 16, 2013

MORTALIDAD

La gente, en nuestro mundo esterilizado, no tiene cáncer. La gente “sufre una devastadora enfermedad” o “LA enfermedad”. La palabra cáncer se reserva para hablar de hallazgos científicos, no para el día a día de las personas, no para una gran posibilidad final para muchos de nosotros. Lo negamos. Christopher Hitchens -periodista, escritor, discutidor, polemista y showman- murió recientemente de cáncer de esófago y decidió reflejar su experiencia en el libro Mortalidad.
 
El ensayo no es grandioso porque está escrito deprisa por un hombre enfermo, y lo que es peor: rabioso. En vez de entregarse con resignación y reflexión atea a lo inevitable, Hitchens se empeña en enfrentarse a los católicos furibundos que justifican su desgracia como un castigo de dios. ¿Para qué perder en ellos un tiempo que se te escapa? “Si me convierto será porque es preferible que muera un creyente a que lo haga un ateo” es una frase escrita por un hombre rabioso. Ingenioso, pero rabioso. Estaba en su derecho.
 
Hitchens, explicando la devastación física que supone su inútil pelea contra el cáncer, se muestra honesto en Mortalidad. Pero también vanidoso, hablando en pleno desahucio de sus días de “la gira de mi libro” o confesando que “participar en debates y dar conferencias forma parte de mi aliento vital”. En fin: se muestra como un hombre nada religioso (más bien antirreligioso) que ante la pregunta ¿Por qué yo? responde: ¿Por qué no? O que llega a una conclusión brutal: él no combate contra el cáncer, es el cáncer el que lucha contra él.
 
Me interesa el estilo de Hitchens, pero no entiendo muy bien la necesidad de defender con obstinación el ateísmo frente a los creyentes. Yo respeto a los seres religiosos (conozco a unos pocos) porque la base de su creencia es la fe, y ante la fe... ¿?
 
Uno, claro está, siempre debe hacerse preguntas y debe, como explica Hitchens, cuestionar las certezas religiosas. Por ejemplo que dios, que lo ha “creado” TODO, haya “creado” también el cáncer, que para sobrevivir necesita un organismo vivo… que debe matar. Todo lo que logra el cáncer es matar a su anfitrión. Nada más. Es decir: existe solo para matar el organismo donde vive. Muere con él. ¿Por qué, entonces, se “crea” algo tan mortífero, suicida y absurdo? Prefiero no saber lo que respondería a esta pregunta un creyente porque me da hasta miedo.
 
Lo más inquietante del libro, que en su tramo final está plagado de aforismos porque el escritor, moribundo, no da para más, es su última frase. Las últimas palabras escritas por Hitchens son: “Ninguna persona es libre”. Escrito el martes 15 de enero de 2013.