jueves, marzo 15, 2012

El patito de goma

Hace unos días vi una película mala en la que Sean Penn calcaba al cantante de The Cure en un personaje bastante insufrible y llevado al extremo. La película, más grotesca que gótica, se llama This Must Be the Place y no alcanzo a entender cómo algo tan insulso tiene 25 millones de dólares de presupuesto. Me pierdo.

En This Must Be the Place no sabemos qué le pasa a Cheyenne, el personaje que interpreta Penn, pero intuimos que tiene un trauma horroroso. La película no va de nada. Cheyenne de compras, Cheyenne jugando al tenis, Cheyenne en el centro comercial, Cheyenne comiendo pizza, Cheyenne en un concierto… todo así. Pero Cheyenne tiene un trauma y el guionista y director (el mediocre Paolo Sorrentino) se lo guarda para epatarnos en el momento que él, que para eso es un creador, decida. Como ODIO este tipo de narraciones embusteras…

Esta desdichada película me recordó al “patito de goma” del que hablaban el director Sydney Lumet y el guionista Paddy Chayefsky. Lumet lo escribió: “En los primeros días de la televisión, cuando la escuela del realismo mantenía su influencia, siempre llegábamos a un punto en que EXPLICÁBAMOS el personaje. Pasados dos tercios del metraje, alguien expresaba la verdad psicológica que hacía al personaje ser como era. Chayefsky y yo solíamos denominar a esto la escuela dramática del patito de goma: “En una ocasión alguien le quitó su patito de goma, y por esa razón se convirtió en un asesino perturbado”. Era la moda entonces y todavía lo es hoy”. Escrito la noche del 14 de marzo de 2012.

miércoles, marzo 07, 2012

Young Adult

Podría haber sido una buena película, pero se queda en buen intento. Y es una pena porque el cine americano no está sobrado de personajes reales, de pueblos reales, de vidas reales, de gente real. La premisa de Young Adult es interesante: típica guapa de pueblo norteamericano (ayer “Miss cabello bonito”, hoy una “escritora fantasma” de libros infantiles) regresa a sus orígenes con el disparatado propósito de recuperar a un viejo amor, un hombre todavía atractivo pero horterilla, insulso, casado y que encima acaba de ser padre, que es lo que ha ella, que está como una regadera, más le pone.

El primer bache de Young Adult es que Mavis, la prota, llega al pueblo sin llamar a nadie, sin presentarse, pero nada más llegar entabla amistad con un freak amorfo, cojo y medio castrado por una paliza (¿?) que la adoraba de adolescente y que ahora la escucha y aconseja con complicidad. No me lo creo. No me trago que una mujer con el bagaje del personaje y el físico de Charlize Theron llegue a intimar tan prono, tanto y tan íntimamente con ese señor.

Theron, que ha sido muy lista al haber cazado este personaje con lo mal que anda Hollywood en buenos protagonistas femeninos, es otro de los problemas de Young Adult. Me resulta bastante complicado ver a esta mujer en la piel de una casi cuarentona egocéntrica, perdedora, alcohólica y desequilibrada. No niego su arrojo para aceptar ese papel, pero creo que su director Jason Reitman y el estudio Paramount deberían haber sido más valientes eligiendo a una actriz más creíble y menos célebre.

Y aunque el guión de Diablo Cody -que puede que como guionista no supere lo que logró en Juno, su primer trabajo con Retiman- tiene algunas frases ingeniosas y alguna secuencia lustrosa, esconde torpezas como que conozcamos a los padres y el antiguo hogar de Mavis casi al final del metraje, una elección extraña por lo que pierde de intensidad dramática y descriptiva.

La película, que no es mala y se deja ver, resucita sorprendentemente en el tercer acto, pero ya tarde y siguiendo la tónica de insipidez de Up In The Air, el anterior y decepcionante trabajo de Reitman. Una pena. Escrito la noche del 6 de marzo de 2012.