miércoles, febrero 27, 2013

Veintidós palabras




¿Cómo hubiera sido el 23 F con Twitter o Facebook? ¿Y la renuncia de Suárez? ¿Y la OTAN “de entrada no”? ¿Y Filesa? ¿Y Roldán? Nunca lo sabremos, pero imagino que algo parecido a lo actual: un patio de vecinas, una sucesión de chistes, frases ingeniosas y fotomontajes chorras. Y ya, y a otra cosa al día o la semana siguiente. No me imagino a González, a Suárez, a Gutiérrez Mellado o a Fernández Miranda soltando soplapolleces por Twitter mientras escuchan a un contrincante en el congreso.

Toni Cantó sí es de esos juntacaracteres porque es un actor afectado que se ha pasado a la política. Como Reagan. Un político mediocre al que nuestra cámara de representantes no le queda grande porque está plagada de medianías como él. O como Gorriarán, compañero de Toni en UPyD y que puede despachar, en pleno curro, quince o veinticinco tweets. Y encima pobres y algunos faltones, vulgaridades de un hombre tremendamente vulgar.

Dicho esto, creo, y me incluyo, que nos hemos pasado cien pueblos con el pobre Toni. Y se han dicho de él auténticas barbaridades que no vienen a cuento. Sin medida, con saña, con esa cólera tan típicamente española. Y todo porque Toni es un político anodino porque no sabe respetar su cargo, ni los tiempos, ni el medio, ni el mensaje, ni nada. No se puede, porque es un disparate, resumir en veintidós palabras un tema tan grave como el de la llamada violencia de género o doméstica. Si Toni no fuese un insensato, hubiese recordado con más palabras y caracteres lo que sencillamente reza el programa de su partido en su punto 301: “Supresión de los juzgados especializados en violencia de género como tales, devolviendo al ámbito de la jurisdicción civil y penal estos asuntos y aprovechando la existencia de dichos juzgados y los medios personales y materiales con que cuentan para reforzar las necesidades de la planta judicial”. A mí me parece muy atinado. ¿Por qué no empezó por ahí y luego lo desarrolló?

Y explicas, con tiempo, calma y datos, que la violencia no es cuestión de géneros, sino violencia A SECAS. O que la Ley de Violencia de Género es un desbarro políticamente correcto, la típica perogrullada sociata. Podría Toni haber recordado que con esta ley quien tiene que demostrar que no es culpable es EL PROPIO ACUSADO.  Podría Toni haber hablado de las mujeres maltratadoras a las que, por ridículos orgullos machistas, los hombres no denuncian. Que existen denuncias falsas, que a muchísimos padres se les aparta de sus hijos por el vergonzoso trato de favor hacia las madres en los divorcios. Que sigue habiendo miles de hombres a los que les quitan la custodia de los niños por ser hombres.

Podría Toni haber escrito sobre eufemismos legales como la "insuficiencia probatoria" o sobre partes de lesiones sin lesiones, o sobre tíos que han pasado la noche en calabozos por burdas mentiras. Sería lo suyo, porque el tema lo merece. Y hacerlo con calma, con vehemencia, con datos, con información, con asesores, con consejeros… ¡Que es usted un diputado del Congreso, buen hombre!

Pero no, Toni se limitó a las absurdas reglas de Twitter y lo resumió todo en veintidós palabras. Y así le va. A él y, en consecuencia, a su partido.

Nota: gracias a mis amigos de Facebook (qué paradoja) por sus aportaciones. Escrito la noche del martes 26 de febrero de 2013. 

lunes, febrero 11, 2013

Blancanieves




El año pasado tuvimos que sufrir una cursilería llamada The Artist, película que padecía el mismo vicio de Blancanieves: ser un mero ejercicio formal. Con una dirección, una fotografía y un montaje fabulosos, Pablo Berger ha hecho realidad un sueño: volver al vértigo de la mirada de los años veinte, jugar con las inmensas posibilidades visuales del cine mudo, descartar el color, poner cartones explicativos y permitir sobreactuar a los actores. Por cierto, Maribel Verdú es mala hasta haciendo cine mudo.

La propuesta me parece entretenida, pero Blancanieves está lejos de ser una película. Se le parece, pero es más un experimento formal, un juguete para progres. No le veo sentido volver a contar una narración archiconocida como la de los hermanos Grimm y, encima, hacerlo de forma tan fría, previsible y finalmente aburrida. No entiendo propuestas como The Artist o Blancanieves; es como si para ser un escritor original y postmodernísimo alguien publicase una novela en latín o en escritura cuneiforme.

Me resulta curioso que Blancanieves, que tiene la complejidad justa de un cuento infantil, sea tan bien aceptada por los modernos. Es otro ejemplo del cine actual: forma con escaso fondo, pura apariencia visual, cine para enterados, ideal para comentar en una terracita de Lavapiés. “¿Has visto Blancanieves? Ma-ra-vi-llo-sa”. 

Blancanieves es una artefacto intelectual sin alma y que va a caducar rápido, cuando se le pase la temporada de premios, igual que sucedió con The Artist. Porque te puede gustar, la película te puede incluso sugestionar durante un rato, pero es un film que no vas a volver a ver porque ningún personaje cala, le falta humanidad, y la historia no es de las que se recuerdan. Vamos, que no me imagino a nadie que no sea un gafapastas o un modernete volviendo a ver este cuento mudo y tan predecible.