
Trabajo en publicidad. Ahí he acabado tras currar de teleoperador, en cine, en tele y como profe. Es un curro como otro cualquiera, todo tendero necesita que se conozca su tienda y sus productos… pero hasta cierto punto.
Cuando en la publicidad te cuelan “valores” y “filosofía” de marca me dan ganas de vomitar. Cuando una agencia recurre a “estilos de vida” y “pensamientos” manufacturados por vendedores de colchones me dan ganas de sacar la recortada y darme un paseo.
Acabo de vivir esta sensación con una campaña, que acaba de finalizar, de la Sra. Rushmore, agencia que vende a Zapatero igual que vende unas zapatillas. Y hacen bien porque para el caso es lo mismo. Lo último que se les ha ocurrido a los Rushmore es presentar a una pareja de treintañeros aburridísimos que se pasa, como Ono y Lennon, cuarenta días en la cama. La encamada se retransmitió en directo y tuvieron Facebook y Twitter. Ella se llamaba Camy y él Iván y decían que su movida era una reivindicación para “concienciar de la necesidad de volver a encontrarse a sí mismos” con el mensaje del
“Movimiento Slow”, que se materializa en una “encamada reivindicativa”. Iván por, cierto, es “ecodiseñador” y estaba con Camy en que los invitados a su cama (por su colchón desfiló gente despreciable de todo tipo) vayan descalzos.
Esta “encamada” no dejó de ser una insulsez como la de Lennon y Yoacojono, pero fue más perversa, fue una acción lucrativa para publicitar la marca Flex. En la era de las ideas muertas o en los tiempos del fin de las ideologías, las revoluciones vienen patrocinadas por un colchonero. Tal cual.
El “Movimiento Slow”, claro está, era tranquilo, pacífico, relajado, somnoliento y aburrido. Nada de levantar pavimentos, arrojar adoquines, quemar cajeros o asaltar palacios. La revolución patrocinada por Flex debía ser como el hombre de hoy: slow. Inane, trivial, vano.
Por supuesto, estos dos “revolucionarios” tenían su cama y su casa en un pisazo con vistas alucinantes a la madrileña Plaza de España. Mientras al resto más nos vale ir a currar, ellos nos ofrecían la brillante alternativa de no hincarla, de tumbarse, navegar por la red, dormitar, comer humus, purés de verduras y mierda diurética. Y para que la revolución de los colchoneros fuese adecuada debía ser asexuada. Camy e Iván no follaron. Ni se tocaron. No son pareja.
Una campaña siniestra la de Carlos Alija, director creativo de Sra. Rushmore. Con cinco millones de parados, con un millón y medio de familias sin un miembro currando, con un 50% de jóvenes sin trabajo y teniendo que emigrar, el amigo nos ha propuesto “respetar más nuestros tiempos, nuestros ritmos y disfrutar de las cosas", como dijo uno de los encamados.
Hay que ser muy retorcido o muy idiota, decidan ustedes, para hacer de esto un anuncio de colchones. Escrito el sábado 30 de abril y el jueves 5 de mayo de 2011.