¿Otro mundo es posible? Con esta pregunta acaba Vicente Verdú su nuevo ensayo ‘El capitalismo funeral’. Aunque la obra es algo decepcionante, leer a Verdú suele ser interesante. Plantea Verdú una disyuntiva arriesgada pero sugerente: ¿vamos hacia una crisis de proporciones desconocidas en la que el capitalismo se mostrará moribundo, casi cadáver?
Si es así, y es muy coestionable, para Verdú ahora no cabe esperar otro ciclo de bonanza económica, moral o artística, nuevas utopías como las que marcaron el XIX o el XX. Al revés: en el XXI vamos a asistir a “la extrema quietud, el paro absoluto”. En vez de reacción, habrá pasividad. En vez de revolución, calma. Es decir: pasivos, apáticos, aburridos, empachados, saturados, hartos, podríamos dejar que el sistema muriese por cierre de actividad.
Vivimos tiempos de oscuridad humana, pero de luz tecnológica. Lo único que avanza hoy es la ciencia. Nada más. El sindicalismo ha muerto, el comercio desfallece, la publicidad no sabe qué inventar para seguir influyendo, el prestigio de los partidos tradicionales decae, el arte se repite, no deja de copiar, generar estafas o pura basura, la “democracia marketing” no funciona y las industrias del entretenimiento no saben cómo enfrentarse a un cambio de modelo que será bestial.
Se acabó pensar en revoluciones que partían de la vanguardia o de la contracultura, como las de los veinte o los sesenta. Ahora no convencerían. Es más: no se entenderían. El grado de ignorancia a todos los niveles es abrumador. En este sentido, Verdú recuerda a Malthus y Ricardo, que preconizaron que “la sociedad, abandonada a sí misma, acabará convirtiéndose en una especie de infierno en el que los hombres se limitarán simplemente a subsistir”. En eso estamos, subsistiendo. En temporada de liquidación total.
El mal (bancos, distribuidores, mercaderes, líderes religiosos o mediáticos, diseñadores de tendencias, propagandistas) ha pasado demasiado tiempo aferrándose a las palabras “es el mejor de los sistemas”, cuando realmente era el único, el obligatorio. Pero, ¿es inmortal?
“Mejor la nada que el mal, mejor el polvo que lo podrido”, escribió Flaubert. Muchos sobrevivimos y trabajamos EN y PARA el sistema, pero nos pasa igual: antes que consumir el mal preferimos no consumir nada, antes de responder al discurso del mal preferimos no decir absolutamente nada.
Escrito las tardes del 6 y 7 de julio de 2009.
lunes, julio 13, 2009
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3 comentarios:
¿Somos borregos o simplemente no nos conformamos con más publicidad sobre lo mismo?, ¿estamos aburridos, apáticos, y a pesar de ello, cómodos?
Antes el sistema no estaba mal, ahora es una mierda. Lo más seguro es que sean los mismos de siempre lo que ocupen los altavoces.
Y lo peor, los que dirijan el cotarro.
Los mismos que llevaron a la crisis terminarán poniéndose las medallas de cómo nos salvaron.
Antes el sistema no estaba mal, ahora es una mierda. Lo más seguro es que sean los mismos de siempre lo que ocupen los altavoces para una cosa y para lo contrario; y lo que es peor, los que dirijan el cotarro.
Los mismos que llevaron a la crisis terminarán poniéndose las medallas de cómo nos salvaron.
Si alguna vez se diera la oportunidad a gente que no esté podrida, quizás algo se solucionaria.
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