
Chinatown se produce en la época de las películas retro (El gran Gatsby, El golpe o Primera plana) pero reniega de esa moda de los estudios. Roman Polanski se lo dejó claro al productor Robert Evans: no haría una película retro ni la haría como en los treinta. Rodaría como se hacía en los setenta. Polanski pidió rodar en color y en Panavisión. El fotógrafo contratado era el veterano Staney Cortez (El cuarto mandamiento), pero el hombre, ya mayor, era muy lento y sus técnicas estaban desfasadas. Polanski, que no quería que el tono cromático del film se pareciese al de El padrino (algo que pretendía Evans, productor de la obra maestra de Coppola), hizo sustituir a Cortez por John A. Alonzo, que acabó firmando un trabajo con muchísima personalidad.
El guión de Chinatown, de Robert Towne, es complejo, enrevesado y lleno de recovecos y revelaciones que van siendo desgranadas secuencia a secuencia. Uno de sus grandes logros de Towne es haber pergeñado una extraña trama basada en el agua y no en joyas, carreras de caballos, atracos, bancos o una figura en forma de halcón. Pero lo que realmente hace grande a Chinatown es que en ella el thriller no se sustenta en los archiconocidos códigos del género, sino en lo humano. En la corrupción, el poder, la mentira, los impulsos más primitivos, el sexo sano y el sexo enfermo. Así lo explicó Polanski: “El suspense nace no tanto de los hechos, sino de los sentimientos y las emociones de los personajes. No hay puertas que chirríen ni sombras amenazadoras, hay sentimientos complicados, sombras que turban la mente de los personajes”.
Y el humor. Chinatown, que arranca con la socarrona escena de un marido descubriendo las fotos de su mujer pegándosela con otro, despliega memorables momentos de humor marca Nicholson, un protagonista golfo, algo vulgar, muy natural y cargado de sexualidad que está a años luz de otros hieráticos detectives del cine clásico.

Como cuando decimos “Nadie es perfecto” o “Que la fuerza te acompañe”, frases que se han vuelto expresiones coloquiales gracia al cine, yo adopté la última frase de Chinatown. Porque también creo que suele ganar el mal y que nuestro mundo es un lugar tenebroso. Y al reconocer al mal campando a sus anchas suelo soltar aquel “Olvídalo todo. Es Chinatown”. Escrito el sábado 16 de enero de 2011.
2 comentarios:
Anónimo: Joder, qué cagada. Gracias por avisar. Borro tu comentario porque se me cae la cara de la vergüenza.
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