lunes, abril 30, 2012

Mientras escribe Stephen King


No soy un gran fan de Stephen King pero me gusta su ensayo ‘Mientras escribo’, un interesante libro sobre lo que es, para bien o para mal, ser escritor. El libro es valioso por su experiencia, por su sinceridad y por el ánimo que contagia. Igual que Kubrick dijo una vez que lo que más le animó a meterse en el cine es ver el trabajo de los malos directores, King se pregunta: “¿Hay algo que dé más ánimos a un aprendiz de escritor que darse cuenta de que lo que escribe es superior a lo que han escrito otros cobrando?”.

De prosa fácil, verbo poco florido y nada dado a categorías, reglas o academicismos, King ha creído necesario vivir su vida no como algunos entienden “vivir la vida”. Es decir: moverse, viajar, cazar tigres y hazañas de esas. King cree fundamental quedarse en casa a leer mucho y a escribir todavía más. A mí, como a él, también me sorprende la gente que escribe y no lee o no ha leído en su puta vida. O la gente que hace cine y no tiene ni zorra de cine, o los que le dan al pincel y no visitan un museo ni atados. King escribe con una rabia que comparto: “Si no tienes tiempo de leer es que tampoco tienes tiempo para escribir, así de sencillo”.

Para alguien que quiere escribir no sólo hay que leer, también hay que dejar de leer paridas (por ejemplo en las redes sociales, muy entretenidas pero también muy peligrosas) o escuchar idioteces en el televisor. Se puede, sí, escribir por encargo, que es cuando se paga el alquiler, y se puede también escribir a sangre fría, que es cuando solo se calienta músculo. Pero estoy con él en que lo más glorioso es cuando lo vives, cuando estás inspirado, “cuando es algo fresco y quema tanto que no se puede tocar”.

Me ha interesado especialmente lo que escribe sobre la trama. Ya saben: “¿Y de qué va?” Puede que esta pregunta sea una de las más hijaputas que nadie puede hacerte, aunque lógicamente la hagamos todos. ¿De qué va Misery? ¿De un-señor-que-tiene-un-accidente-y-es-secuestrado-por-una-enfermera-loca-que-es-su-fan-y-lo-deja-paralítico-y-al-final-él-se-salva? Sobre la maldita trama King escribe que desconfía de los argumentos por dos razones. Una: nuestras vidas no tienen un argumento. Y dos: la espontaneidad y la diversión de la creación auténtica quedan anuladas por culpa de un argumento cerrado, apriorístico. Habrá quien lo crea un disparate, pero la narrativa se hace prácticamente sola, sin más.

Y los estereotipos, los jodidos estereotipos. King dice que es importante pensar que “en la vida real no hay nadie que sea EL MALO, EL AMIGO DEL ALMA o LA PUTA CON CORAZÓN DE ORO”. Y sobre todo, y por encima de todas las cosas: “Historia la tiene todo el mundo y en general no es muy interesante. Cíñete a las partes que lo sean. Contarle la vida a alguien solo se hace en los bares. Se hace, además, una hora antes de cerrar, y a condición de que consumas”.  Escrito el sábado 28 de abril de 2012.

lunes, abril 23, 2012

Ella también


Paseo de la Castellana. Cutre sinfonía de cláxones. Banderitas y bufandas blancas. Loró, loró, loró, soy apañol, apañol, loró, loró, loró. Vengo del barrio de NAPALM, obrero, mejor que el mío, momificado. Entramos en un garito porque NAPALM quiere ver el Mandril-Barza. A mí me la trae floja, pero acepto. NAPALM pasa desapercibido entre el personal con su look de chandalero mafioso. Yo, que parezco un conductor de autobús, también.

Gintonic y guailabelcola. El camarero y dueño del local tararea algo muy bajito. Tralaralaralaralara. Es un tipo extraño, de mentón marcado, mirada ratonil. Ellas son las que más llaman la atención del garito. Pocas imágenes son tan tristes como la de tías en un bar barato mirando sin ganas un televisor polvoriento que emite fútbol, deporte asexuado y aburrido, como aquellos hombres que las acompañaban hasta el bar y las abandonaban por Chumario Rosario. Gritos, sollozos. Uuuyyyyyy… No-me-jodas-hombre-que-eso-era-una-falta-como-la-copa-un-pino-anda-que-te-den-pol-culo-hijo-puta. Uno de los machos hace aspavientos. Los demás le responden con otros gestos. Se reconocen. Sólo les falta olerse el ojete.

El camarero no para. Tralaralaralaralara. O tiene un retraso o tiene los nervios hechos un cisco. Su mujer, bastante machacada y de pelo aceitoso, conoce su tic y le  avergüenza que me haya dado cuenta. Otro gintonic y otro guailabelcola, por favor. Tralaralaralaralara. Ella también se aburre mortalmente. Escrito el domingo 22 de abril de 2012.

martes, abril 17, 2012

A remar, y a callar

El rey campechano se fue de caza en “viaje privado” a despilfarrar de “su” dinero matando a un pobre elefante. Juancar se hizo pupita, y sólo por eso, por la lesión, nos enteramos de su costosísimo safari. Que si no… La noticia incendió la red, que proclamó la vuelta de la república y el fin del Borbón chupón. Ya saben: mucho “comparto”, mucho “me gusta”, mucho “hacer retweet” y su puta madre pero todo de boca, o de tecla, que es lo que generalmente se hace en las revueltas cibernéticas.
Y me incluyo entre el ganado.


Cada día me levanto con un abuso o un atropello y compruebo, triste y asqueado, que no existe canalización física para la ira, para el enfrentamiento, para decirles YA BASTA, HIJOS DE PUTA. Nueva ayuda a la banca de 50.000 millones mientras se anuncia un recorte de 10.000 menos en educación y sanidad, criminalización fascista de la legítima protesta callejera por parte del Ministro del Interior, un Ministro de Educación que dice que las aulas masificadas “ayudan a la socialización”… Así semana tras semana. Casi día a día.

Ante tamaña impunidad y carentes de un motín social que los ampare, algunos han optado por quitarse de en medio. De quitarse la vida, quiero decir. Hace pocos días el dueño de un bar de Benicarló se pegó un tiro “por las deudas”. El propietario del local le reclamaba la pasta del alquiler y el desgraciado se voló la cabeza. Lo mismo hizo Dimitris Christoulas, jubilado griego que se pegó un tiro delante de su Parlamento. Y, como escribía Ángela Vallvey, esto nada tiene que ver con la crisis del 29. En aquel crack “se suicidaron unos pocos banqueros y especuladores y, en la presente, muchos jubilados y otra pobre gente”. Y lo que nos queda por presenciar.

Todos estos acontecimientos me recuerdan a la versión del año 62 de Rebelión a bordo. En ella William Bligh (Trevor Howard) es un sádico capitán de barco que no duda en sacrificar a su tripulación, marinería que debe inmolarse por un fin: llegar al objetivo marcado por sus superiores. Ante las brutales e inhumanas medidas de Bligh, su segundo de abordo, Fletcher Christian (Marlon Brando), contiene su ira, se muerde los dientes, aguanta. Pero siempre que muere alguien a bordo, ante cada acto del sádico capitán, el marinero John Mills (Richard Harris) se acerca a Christian y le enumera cada muerto, cada sacrificado, cada víctima: Unos, dos, tres… Hasta que finalmente Christian revienta, desenfunda, amenaza al capitán y se hace con el barco.

Desgraciadamente, aquí no hay un Fletcher Christian para desenfundar, ni un John Mills para provocarlo. Aquí en España, un país insolidario, cainita, salvaje y brutal, no va a haber rebelión alguna, ni regeneración democracia verdadera, ni una solución humana y social al caos. Por eso el sadismo financiero y gubernamental continuará. Y el que tenga huevos que abandone el barco. El resto a remar, y a callar. Escrito el sábado 14 de abril de 2012.

martes, abril 10, 2012

Era mentira

“Se acabó el cine español”, titulaba El Mundo su reportaje sobre los recortes del gobierno y el negro futuro que se le avecina al sector peliculero. Ante este panorama unos han optado por el padecimiento apocalíptico (estos recortes son ideológicos, hay que emigrar… esas cosas) y otros por el optimismo casi infantil (otro modelo de cine es posible, agarra la cámara y sal a la calle a rodar… esas cosas).

Hace más de veinte años Coppola hizo unas declaraciones llenas de pasión por el cine que me marcaron. A muchos nos influyó esa soflama que nos vendía que con una cámara de video y un reducido equipo de amigos entregados podríamos HACER CINE. Coppola decía, resumidamente, que gracias a la tecnología al alcance de todo el mundo una niña de Ohio sería la nueva Mozart del cine. Sonaba precioso, pero era mentira. Pura engañifa. Porque aunque la niña de Ohio tenga una cámara no es suficiente para hacer cine y es una simplificación insultante del enredado proceso creativo que supone hacer películas.

Junto a tres amigos en un garaje y me hago un Tarantino. Grabo en la casa de la montaña y me hago una adaptación de El jardín de los cerezos en High Definition. Me pillo una furgoneta, tres actores y una cámara y hago el nuevo Easy Rider. Pues no, oigan. La proclama “coge la cámara y sal a rodar” ha hecho mucho daño y es una mentecatez. Soy el primero en reconocer el disfrute que supone lanzarse a la calle con tu cámara y tus amigos, pero tampoco nos la chupemos.

Y que conste que me asombra el empuje de gente que graba ficción o documental con dos euros, dos amigos y dos interiores. Me flipa la osadía de autogestionarse con sus ahorros o con un crowdfunding de esos tan de moda. Pero los resultados, lo siento, se notan. Se percibe que falta dinero, tiempo, gente y apoyos. ¿Que entre no hacerlo y hacerlo sin dinero eliges lo segundo? Bien, genial, pero atente al resultado si vas de Cassavetes y acabas rodando un video de comunión.

El amateurismo del cine no deja de ser amateurismo por mucha ilusión y aptitud que tengas porque el cine sin dinero necesita un mínimo equipo de señores a los que hay que llamar, explicar, conocer, convencer, mimar, esperar, organizar y dictar con tacto. Gente que te puede dejar tirado porque no cobra o no le gustas, o que te hará el favor cuando le apetezca. Para hacer cine hace falta más que una cámara. Hace falta pasta, contactos, rogar, insistir, pelotear, invitar, sablear, embaucar, convencer, pedir favores, pedir prestado, pedir permiso, gastar dinero y perder tiempo. Mucho tiempo. Algo que puede convertir una bonita forma de expresión en algo desesperadamente aburrido y frustrante. Escrito el lunes 9 y martes 10 de abril de 2012.