A continuación, y por su gran interés, rescato este artículo publicado en OTRA REALIDAD por mi amigo Juan José Aparicio a propósito de los medios de comunicación y nuestro libro sobre Pumares:Cuando comencé junto a Iván Reguera la realización de este libro, hace aproximadamente cuatro años (digo aproximadamente pero lo cierto es que pudieron ser cinco, he perdido la noción del tiempo a su respecto), los periodistas a los que entrevistamos, caso de José Luis Balbín o Manuel Martín Ferrand, tenían una clara idea de lo que estaba sucediendo en el mundo empresarial de la comunicación. Periódicos y emisoras habían sido absorbidas por grupos empresariales fuertes creando un “cuerpo nacional tetrapléjico” en el que Vía Digital, dirigida en aquél entonces por Telefónica, presuntamente aznarista, y Canal Satélite Digital, del grupo Prisa y presuntamente felipista, se disputaban el control del “campo audiovisual”.
Más tarde, Vía Digital se fusionó con Canal Satélite Digital, el Grupo Vocento adquirió el periódico ABC, apareció la cadena Cuatro para redondear la influencia televisiva analógica del grupo Prisa; El Mundo se ha fusionado con el grupo Recoletos, propietarios del diario Marca... Como el Marca tome partido por las teorías no oficialistas del 11M le auguro un futuro incierto al gobierno actual...
En fin, fusión tras fusión, nos hemos acostumbrado a buscar detrás de la información la fuente empresarial de la que procede para darle mayor o menor credibilidad a cada noticia. Y esto no debería llamarse crispación, sino CONFUSIÓN. Me pregunto acerca de las personas que deciden leer varios periódicos de distinta ideología política para hacerse una imagen más pretendidamente real de las cosas... ¿A qué conclusión llegan? Es imposible. Al final siempre tendrás que elegir a ciegas, lo blanco o lo negro, por mucho que te subordines al rigor o a la lógica. La influencia empresarial sobrevuela cada comentario por encima de la historia, más o menos comprometida con la verdad, de cada periodista de este país.

Es por este motivo que los medios de comunicación se han convertido en el peor de los medios posibles para desvelarnos la realidad diaria. Ortega y Gasset, Giovanni Sartori, Ray Bradbury o George Orwell y su 1984, son algunos de los capacitados para hacernos entender lo que le está ocurriendo a nuestra sociedad moderna.
De entre todos ellos, parece que sólo Sartori y algunos más son capaces de hablarnos desde el presente. Y a propósito del primero, de Ortega y Gasset, Martín Ferrand también utilizaba sus palabras citando el “desprecio por la excelencia” que se vive en la actualidad. Según el inventor de la radio no musical en Frecuencia Modulada, la universidad, más concretamente la de periodismo, no es más que un lugar en donde arreglarse un medio de subsistencia; se llega a ella sin pasión, sin cultura y sin vocación, por lo que de ella sólo salen licenciados técnicos sin una preparación ética, una palabra de la que ya ni se habla.
Esta completa falta de vocación les hace fácilmente manipulables para estas grandes macro empresas de la comunicación que buscan periodistas que se acomoden con facilidad a sus dictámenes ideológicos (la COPE y la CUATRO son ejemplos actuales clarísimos). Y, por consiguiente, todo aquél que intente tener una visión crítica e independiente es inmediatamente expulsado, como en el caso del periodista Hermann Tertsch de El País, o lo que es más habitual, no se le dé la oportunidad ni siquiera de demostrarlo obstruyendo su acceso a la columna, al micrófono o a la cámara desde sus primeros intentos.
Esta creo que es la parte más desesperante de la reflexión. Porque si se le niega el paso a la gente más preparada, independiente y apasionada por su trabajo, no quedará esperanza de un cambio en el futuro del mundo de la comunicación, mas bien todo lo contrario, deberemos prepararnos para un atrincheramiento y endurecimiento de las posiciones actuales. Más crispación, o a mi forma de ver, más confusión.
Todo ello pudimos comprobarlo de la mano de Carlos Pumares, paseando por la historia de su vida y de los suyos, entendiendo por qué una persona culta, preparada y creativa en su terreno ha tenido que terminar disfrazándose y pegando gritos en televisión para poder seguir subsistiendo. Es la historia de los últimos treinta años de periodismo en este país.
J. J. Aparicio