
Resulta que, pocas horas antes, mi aita estaba podando sus hortensias cuando una vecina le ha llamado. La mujer es de Portugalete, Vizcaya. Cuando mi padre se ha acercado a su jardín, la señora le ha recibido con un ramo de rosas rojas y amarillas. Mi padre, al verlas, ha exclamado: “¡Qué bonitas!” Luego las ha olido y ha alabado su aroma. Enseguida, la mujer le ha dicho: “Sí, pero qué colores más inapropiados”. Mi padre ha entendido enseguida por dónde iba la mujer. Y así ha seguido ella la conversación:
- Rojo y amarillo, mala combinación.
- No, es una combinación perfecta que lucirá muy bien en un jarrón, en casa.
- Porque estamos en Cantabria, Txema (así se llama mi padre). ¿Te has fijado que en las flores que adornan Bilbao jamás se da esta combinación?
- Me he fijado, Mariluz (así se llama nuestra vecina).
Mi padre ha cogido el ramo de rosas rojas y amarillas con suma delicadeza para llevárselas a mi madre. Mariluz tenía ganas de palique.
- Pues eso, Txema. Pero hay algo peor.
- ¿Qué?
Mi padre se impacientaba, le esperaba mi madre para la cena.
- Que hace dos días llevé estas mismas flores a mi padre, que está en una residencia. Demencia senil.
- ¿Qué pasó?
- Que le gustaron los colores, y sobre todo su aroma. Y también a su enfermera, hasta que matizó: qué pena de colores.
5 comentarios:
Acojonante.
¿No sería enferma en vez de enfermera?
Qué pena de colores, no. ¡Qué pena de gente!
Qué pena de colores, no. ¡Qué pena de gente!
Que caña:
y una
y otra
y otra
y es que estos nacionalistas no se dan cuenta que estan enfermos ellos y solo ellos, amargandose la existencia pensando que estan vejados.
Cansan, bufff
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