lunes, agosto 24, 2009

El día de la banderita

Hace unos días vimos cómo la bandera española hondeaba en el Palacio de Ajuria Enea tras casi treinta años de ausencia. Unos medios de comunicación destacaron ese día como ejemplo de normalidad y otros subrayaron, marcaron el “por fin”, el “ya era hora” de aquella izada.

Creo que subrayarlo no es inteligente. Es entendible, pero no inteligente. Si hay una manera de enfrentarse a los desmanes y trampas del nacionalismo que ha gobernado casi tres décadas no es con orgullos nacionales, sino con un discreto y correcto cumplimiento de la ley. Y a otra cosa.

Escribió Fernando Savater en ‘Contra las patrias’ que a los vascos “hay que interesarles en la idea de España, no asestársela como un puñetazo o un trágala”. En plenos años ochenta, se preguntaba el filósofo: “¿A qué vienen esas proclamas chuscas sobre la cantidad de banderas españolas en que se va a envolver un posible lehendakari socialista cuando llegue a Ajuria Enea?”.

Si las cosas se hacen con elegancia y se evitan los supuestos agravios, los nacionalistas lo tendrán difícil porque la esencia del nacionalismo, su eterna matraca, es el agravio sufrido por España. Al nacionalismo vasco no se le puede responder con “nacionalismo españoleador alto en abeceína (‘el españolísimo pueblo vasco’, ‘doblemente españoles porque vascos’, etc.)”, como escribió Savater.

En casos como el de Ajuria Enea conviene guardarse los orgullos de estandarte. Cuando escucho eso de que la banderita une “a los españoles” o “a los vascos” me echo a temblar porque soy español y vasco y las banderitas me la traen floja.

Todo nacionalismo se construye con un pasado, a veces inventado. Es su razón de ser, su andamio político. Y sé que es complicado con ultras de orgullo nacional y progres ideológicamente descafeinados, pero si en el futuro nos dejamos de blasones igual nos van mejor las cosas.

Escrito el domingo 23 de agosto de 2009.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una pequeña impertinencia ortográfica: ONDEAR se escribe sin hache.
E.