domingo, julio 03, 2005

Spielberg sigue en racha



Fue el propio Steven Spielberg el que inventó, junto a George Lucas, el blockbuster basado en hacer un film de serie B pero con presupuesto A. Todo empezó con Tiburón y Star Wars y ha continuado con films dignos o subproductos infumables en las últimas décadas. La guerra de los mundos es también un film A pero en el fondo B sin otras ambiciones que las narrativas y con un dominio de la puesta en escena absolutamente alucinante.

Spielberg lleva en racha desde Inteligencia Artificial y lo vuelve a demostrar ahora con una capacidad de producción -este film se ha acabado en el tiempo record de siete meses- envidiable para sus colegas del negocio de la cosa de la superproducción.
Cuando el director de ET se pone serio, nos los pone de corbata. Ahí está la extraordinaria Tiburón para demostrarlo y sólo partes sueltas de películas como El diablo sobre ruedas, Encuentros en la tercera fase, Parque Jurásico o Minority Report.

Esta vez, el tildado de cursi y blandengue se nos marca una de invasiones extraterrestres (palabra que, curiosamente, no se escucha en el film) que le mantiene a uno incrustado a la butaca durante la mayor parte del metraje de La guerra de los mundos, cuyo gran acierto es hacer prota a un tío de la calle, un vulgar currante en vez de al estereotipo habitual. A saber: el presidente del los Estados Unidos, científicos con el arma definitiva, decididos militarles o el resabidillo héroe anónimo que acaba salvando a la humanidad. No hay nada de esto en La guerra de los mundos, que afortunadamente se distancia de ridiculeces patrioteras tipo Independence Day.

Tom Cruise, que esta vez hace un trabajo magnífico, es otro componente de la galería spilbergiana de cónyuges con problemas de pareja (véase Encuentros, ET, Hook, IA, Minority Report o Atrápame si puedes), un tipo desastre pero que tiene los redaños de proteger en el infierno a su escasa familia. Así, La guerra de los mundos es un film que tiene una sola mirada, que es la de los tres personajes centrales (padre y dos hijos).

Con esta sabia decisión de Spielberg y su guionista (David Koepp, autor también de las dos primeras partes de Parque Jurásico), el terror se acrecienta mucho más en la platea. La mirada alucinada de cualquiera de ellos ante lo que se avecina en el cielo, vale por treinta mil litros de gasolina o un millón de píxeles de esos para efectos especiales. Por algo esa es una de las bases del terror bien hecho: lo que no se ve (rostros, ecos, fogonazos, gritos…). Lo que está fuera de campo pero se intuye con la luz o los sonidos siempre acojona mucho más que lo que se ve a la primera y de forma obscena. O sea: el cine fantástico al que estamos acostumbrados hoy.

Y esto no quiere decir, ojo, que La guerra de los mundos no tenga efectos visuales, que los tiene y absolutamente impactantes y necesarios, para nada gratuitos. Ahí están para demostrarlo la tormenta eléctrica, la iglesia partida en dos, la llegada de la primea nave-trípode, el tren en llamas que surca un paso a nivel, el vuelco del ferry, la bíblica lluvia de sangre…

Junto a estas apabullantes secuencias, Spielberg, también hay que reconocerlo, nos ofrece partes de terror más intimista tan logrado como el antes citado. Ejemplos de ello son la larga secuencia en el destartalado sótano donde se refugia el chiflado personaje de Tim Robbins (que recuerda un poco al trabajo de su alumno aventajado M.N. Shyamalan en Señales) o la visión de la pequeña Rachel (absolutamente perfecta Dakota Fanning) de una marea de cadáveres que flotan sobre un apocalíptico río.

La guerra de los mundos no es, eso sí, un film redondo. Para seguir la tradición del propio Spielberg, que como dicen ciertas crónicas taurinas “emociona pero no remata”, la película tiene uno de los finales más torpes, decepcionantes, tontos, precipitados y cursis que haya visto en años. Lástima… una vez más. Por poco no se logra lo redondo.

De todas maneras, estamos ante uno de los mejores films del director de Cincinnati, un espectáculo de primera categoría, un gran cuento de terror y un impecable trabajo de fotografía (Janusz Kaminski), música (John Williams), decorados (Rick Carter) y FX (Pablo Helman y Denis Muren). Háganse un favor y vayan a pasarlo mal al cine.

4 comentarios:

IVAN REGUERA dijo...

Carlito, tienes razón en las licencias que se toma Spielberg, pero a mí no me parecen tremendas. Para mí lo peor del film es, como bien dices, el poco creible rollo militar del chaval, la "materialización" de los aliens y el penoso final.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo contigo Iván: la peli nos gustó mucho, aunque tampoco nos pareció una obra maestra, y a mi juicio todavía está lejos de las mejores cintas "de palomitas" de Tito Steven (caso de la trilogía de Indiana Jones, por ejemplo). El final es lamentable. Y al contrario de lo que suele decir todo el mundo, para mí Dakota Fanning se merece dos hostias: fiel reflejo de la manía que tiene Spielberg por meter niños hostiables (por repelentes, insoportables...) en sus pelis. Y el rollo de familia desestructurada que tanto le come la olla al amigo Steve ya cansa un poco ¿no?.

Eso sí: como entretenimiento cumple :)

Anónimo dijo...

A mi me pareció un batiburrillo de golpes de efectos de director, un echar mano de sus aciertos pasados como director. Lo de Tim Robins me pareció inexpresivo y fatal resuelto. El guión tiene agujeros del tamaño del lago Michigan. Steven demuestra ser un virtuoso de la camara, pero discrepo con eso de que está de racha. Aun estando por encima de la media, debería pulir más sus filmes, y no hacer uno cada 10 meses. lamentablemente, Steven, creemos que tienes más que ofrecer, por lo que esta semana te proponemos para abandonar la academia.

IVAN REGUERA dijo...

jajajjajajajajajajja. Joder brother, últimamente no coincidimos en una.