
Cuando le doy a Toñi, la encargada, la carátula me dice: “Qué buena, no ha habido mejor trasformación de hombre lobo”. Y yo, claro, le doy toda la razón porque es una verdad como un templo. Rick Baker, el genio del maquillaje (Oscar por esa peli) hizo algo increíble y dejó en pañales no sólo a los efectos fotográficos mediante encadenados del clásico de Universal, también a las posteriores virguerías poco creíbles con efectos digitales (ver Un hombre lobo americano en París). A Baker también le debemos sus increíbles trabajos en El planeta de los simios (la de Burton), The Ring, Men in Black I y II, Lobo, Greystoke, Thriller (el video de Michael Jackson), Star Wars (secuencia de la cantina) y el King Kong de los setenta. Seis Oscar de la Academia. ¡Casi nada!
Volví a disfrutar en casa de este extraño clásico de John Landis. La película es muy valiente porque está entre la astracanada de Desmadre a la americana y el terror más brutal y sangriento. En un film de terror rodado por un comediante, y eso le da al film una aureola de rareza maravillosa.
Para el recuerdo: la descomposición de Griffin Dunne, la primera transformación, el ataque del hombre lobo en el metro de Londres y la carnicería en Piccadilly Circus. Y, claro, el mítico tema Blue Moon, que tanto ponía Pumares en su programa.
Una pena que John Landis no volviera a recuperar el pulso demostrado en esta peli como en las geniales Desmadre a la americana, Blues Brothers o Entre pillos anda el juego.
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