Y no le faltó razón al macarra de Hopper. Rodaron cabezas aunque el viejo orden, el que hoy vuelve a campar triunfante con sus bazofias infantiles y sus gafitas 3-D, sólo estuvo en coma una década. En el nuevo régimen, Hopper fue uno de sus ministros gracias a una película que en un principio iba a llamarse The Loners. Una madrugada, a su amigo Peter Fonda se le ocurrió rodar un western moderno con moteros y lo llamó excitado por teléfono. Así lo relata Peter Biskind en su excelente libro ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’:
- Oye, Hopper, escucha bien lo que voy a contarte…
- Vaya, es una historia estupenda. ¿Qué piensas hacer?
- Bueno, creo que la dirigirás tú, yo seré el productor, la escribimos entre los dos y nos quedamos con los protagonistas. Podríamos hacer un poco de dinero.
Tras una preproducción enfermiza, un rodaje anárquico, un montaje agotador y un atronador éxito en Cannes, hicieron dinero. MUCHO dinero. Tanto, que lograron que el viejo orden se desquebrajarse. Como Biskind retrata, empezó entonces “la época en que hacer cine en Hollywood fue realmente emocionante, la última vez que la gente pudo estar, y con razón, orgullosa de las películas que hacía, la última vez que una comunidad alentó el trabajo bien hecho, la última vez que hubo público capaz de sostenerlo”. En ese libro también se recogen unas declaraciones de aquel joven Hopper: "Quiero hacer películas que hablen de gente como nosotros. Queremos hacer películas modestas, personales, sinceras”.
El productor Bert Schneider, el director Bob Rafelson (socios en la BBS), Hopper y Fonda lograron llevar adelante algo tan raro entonces como Easy Rider y desmantelaron, junto a otros cineastas, las estructuras industriales de Hollywood, un negocio cimentado en el miedo y que no supo qué hacer ante las recaudaciones de un film tan honesto y sencillo. Pero la megalomanía, el capricho, el endiosamiento, demasiado dinero y demasiada droga acabaron con el sueño de aquella década. Y como le dice Fonda a Hopper en Easy Rider, “la cagaron”.
Hopper compartió generación airada, ese Nuevo Hollywood, con William Friedkin, Hal Ashby, Paul Schrader, Terrence Malick, Michael Cimino, Robert Altman, John Cassavetes, Roman Polanski, Martin Scorsese o Francis Coppola. Y a pesar de la cantidad de bazofias en las que ha participado Hopper sólo por dinero, a pesar de casi la totalidad de su errática carrera, a pesar de reírse de sí mismo en un infame anuncio para la empresa Ford que parodiaba su personaje en Easy Rider, le debemos buenos momentos de cine en otras pelis como Apocalypse Now, La ley de la calle o Terciopelo Azul.
He leído que Hopper tiene cáncer. De próstata. Terminal. The End. Paradojas de la vida: te metes de todo durante décadas, estás a un paso de la muerte por tus pasotes, te haces formal, te vendes en el mercado, llegas a ser viejo y respetable y vas y la diñas por la próstata. Una muerte conservadora. Una última forma de cagarla.
Escrito el domingo 31 de enero de 2010.
1 comentario:
Pues sí. Tal vez el pobre Hopper podría hacer suya alguna estrofa o algún verso de la canción "Pánico a una muerte ridícula" de Def Con Dos. Toda una vida jugándote el cuello, pasando de todo como de la mierda, riéndote de la Muerte en su puta cara, para al final acabar palmando así. Al menos se habrá muerto de viejo después de pasarse décadas haciendo lo que le ha salido de los cojones, en todos los sentidos, y creo yo que eso es algo de lo que se puede sentir orgulloso.
La verdad es que leyendo la biografía de Hopper, uno no sabe qué pensar al respecto, salvo que ser un tipo formal y educado, aparte de ser un coñazo, no mola nada ;-).
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