viernes, diciembre 17, 2010

When You´re Strange

Algunos críticos, entre ellos Carlos Boyero, han despellejado a Oliver Stone a propósito del documental When You´re Strange, que acabo de ver. No soy alguien que suela defender a Stone, pero los dardos oportunistas contra su peli sobre los Doors no me parecen justos. Quizás sea una cuestión generacional.

Todavía recuerdo, era un adolescente, cuando salí de ver The Doors. El film de Stone, excesivo y didáctico en algunas partes, fue mi entrada a un mundo que desconocía por completo. El sonido Doors, tronando en una gran sala de cine, me flipó. Las canciones me envolvieron, las imágenes del puestazo de peyote en el desierto me alucinaron, entendí la rabia de Morrison al instante, su bufonada, su mueca ante un país totalmente esquizofrénico, su rabioso “Sois todos unos jodidos esclavos”.

Algunos de mis colegas vivieron una experiencia parecida y los sesenteros Doors pusieron la banda sonora a nuestras noventeras barbacoas veraniegas. Ahora aquellos jovenzuelos que danzábamos a ritmo de The End atiborrados de cerveza barata o vino peleón en unas dunas a las cuatro de la mañana ya peinamos las primeras canas. Y hemos dejado atrás a los Doors y todo ese rollo del Rey lagarto, “yo parto y reparto”. ¿Qué ha quedado de ellos? Uno de los mejores guitarras de todos los tiempos (Robby Kriegger), un batería brillante (John Densmore), un organista excepcional (Ray Manzarek) y… Jim.

Sé que Jimbo cae gordo a muchos. Hay quien dijo, y sigue diciendo, que no hay nada admirable en un ególatra, hedonista, inmaduro, borracho, drogadicto y violento como él. Yo sigo admirándolo. Y mucho, ¡qué le vamos a hacer! Y el documental When You´re Strange -dirigido por Tom DiCillo, plagado de imágenes inéditas rodadas por el propio Morrison y lustrosamente montado- me ha hecho regresar a la fascinación del personaje. Y he recuperado el hechizo de esa mezcla de timidez (cuántos tímidos son una auténtica bomba de relojería), belleza, pureza, humor, sinceridad, libertad, dolor, perversión, violencia, sordidez, autodestrucción y masoquismo. Todo juntito y revuelto, como las únicas cosas interesantes en esta vida aburridísima.

En When You´re Strange escuchamos que cuando murió Morrison se dijo que “su llama se había apagado”, pero que “para que se apague una llama hace falta estar ardiendo”. Jimbo, que estuvo colocado o borracho casi todos sus días de gloria, ardía en el escenario. Prendía como nadie, volvía loca a la gente con su chamánica y pagana puesta en escena, una representación sin fuegos artificiales, honesta, no diseñada por una discográfica o un productor atento a las leyes del mercado. Jimbo, que fracasó en la escuela de cine, se dio cuenta de que podía ser un dios en el escenario. Jimbo, que fracasó como poeta, se inmoló cantando.

Quizás hoy Jim Douglas Morrison hubiese sido un viejo y gordinflón cantante de blues (“un enorme mamífero”, como decía en la peli de Stone), quizás se hubiese ido de gira y coincidido con Van Morrison o Bob Dylan en un backstage, quizás hubiese colaborado en un disco por Haití, quizás hubiese recogido un Grammy por toda su carrera. Quizás. Afortunadamente, se consumió como otros no lograremos consumirnos. Ardiendo. Escrito el domingo 12 de diciembre de 2010.

1 comentario:

Anónimo dijo...

So sexy ! Excelente post . Congrats !