lunes, marzo 17, 2008

Ahora no. Estoy con la novela.


Me gusta mucho leer a Félix Romeo en el suplemento cultural del ABC. Este fin de semana, Romeo titulaba su sección “Leer y escribir”, en la que confesaba: “No puedo dejar de comprar libros sobre la lectura y sobre la escritura”.

Enfermos lectores, crónicos consumistas de libros como Romeo suelen ayudarme a diferenciar el grano de la paja, pero digo “suelen” porque a veces me ha recomendado libros que son una auténtica bazofia y me he cagado en todos sus difuntos. Me ha pasado también con ese ego-trip llamado ‘Las noches blancas’, la misa negra televisiva de Sánchez Dragó.

Aun así, sigo leyendo a Romeo. El tema de esta semana estaba bien: las renuncias que se hacen por escribir y los peligros de la literatura, tanto para el que escribe, como para el que lee. Arranca Romeo citando al mexicano Guillermo Sampeiro: “A veces las personas que nos atraen o de las que estamos enamorados son como una especie de caucho que nos aísla de la chispa de la inspiración”.

Menudo dilema, amigos míos. Cuando decides seriamente escribir una novela en tus ratos libres, tardes lo que tardes, la vida puede ser un estorbo, aunque suene duro. Si además la novela bucea en tu interior, en tus experiencias íntimas, en tus miedos, dudas y rabias, necesitas un retiro y aislamiento casi monacal para salir adelante, para currar, para que esa “chispa de la inspiración” de la que habla Sampeiro se convierta en una hoguera que dure al menos unas horas.

A veces te encuentras atascado y te llaman. Y caes feliz en la tentación. Cierras tu cuaderno y te dejas querer, y quieres, y vives. Otras veces no tienes otro remedio que decir: “Ahora no. Estoy con la novela y no puedo dejarla, lo siento”. Entre una y otra opción, generalmente caigo en la primera. No soy un escritor disciplinado. Entre perderme en la novela y perderme en la vida, elijo la vida.

Pero, paradójicamente, es la vida la que enriquece mi trabajo. Aunque no imagines, vives. Y al vivir guardas materiales riquísimos. Si gozas, lo podrás usar, si sufres, lo usarás sin lugar a dudas. Cuando retomes tu trabajo de escritor, regresarás a esa vida para analizarla, desentrañarla, describirla.

Como bien apunta Romeo, Tom Spanbauer, padrino literario de Chuck Palahniuk (‘El club de la lucha’), dijo que “una de las principales propuestas de la escritura del riesgo es volver a los lugares de dolor, volver a la pena y empezar a escuchar el secreto. Hay un principio terapéutico en revivir el pasado. Cuando empiezas a investigar el dolor, a hurgar en la herida, comienzas a ver las cosas de otra manera. Cada persona encierra mucho arte”.

Pero… ¿Y si para tu novela no revives tanto el pasado, sino que vives el presente? ¿Será terapéutico o más bien destructivo?

8 comentarios:

Awake at last dijo...

Escríbela en el presente, y déjala reposar un tiempo. Entonces retómala, y si te sigue pareciendo bien... me pido el cinco por ciento en concepto de asesora, XD

(Ahora SÍ que me voy a clase, tocan medidas de longitud, masa y volumen, yujuuu!!...)

XD

Mks.

IVAN REGUERA dijo...

Awake: Me gusta tu consejo. Te daré el 1% de mi fortuna. O sea: dos vinos y un pincho de tortilla.

Anónimo dijo...

La prueba del tiempo de Awake funciona, en mi caso, con los guioncejos que he escrito. Y nunca superan el paso del tiempo.

Sin embargo, como te dejes inspirar por el presente, pocas veces vas a dejar de "documentarte".

Como dijo Lasseter (creo) de las películas de animación: "nunca se terminan, se abandonan."

A veces hay que abandonar... para hacer otra historia.

IVAN REGUERA dijo...

Israel: Joder, esa de Lasseter es una frase cojonuda. Aplicable a casi toda expresión artística.

Marta G.Brea dijo...

¿Y si el pasado y el presente son lo mismo? Si lo piensas bien el pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado, como decía Faulkner. Pero aprendamos de él.

En una entrevista que le leí a Romeo decía que las novelas se escriben en dos momentos, el de pensarla (que es todo el tiempo) y el de escribirla físicamente. Por tanto siempre la llevas contigo.

IVAN REGUERA dijo...

Marta: Eso es muy cierto. La llevas siempre por ahí, de paseo. Y aunque no quieras, siempre hay estímulos (personas, objetos, imágenes, sonidos) que utilizarás.

Leo dijo...

Yo afortunadamente no me como tanto la olla: me aprovecho de la vida para escribir sobre ella, y cuando no la necesito la aparto de mi lado. Por ejemplo cuando me siento inspirao y apago el móvil y le pego un tirón al RJ-11 (el cable del teléfono fijo, vamos) para que nadie me dé por el saco. Y si llaman a la puerta no contesto ;-). Cuando me hace falta, vuelvo a enchufarme a la vida... Sí, soy un gorrón, un aprovechado. ¿Qué pasa?. :p.

Anónimo dijo...

Wuo.

No sabía que tenías un blog "personal".

Ahora ya lo sé.

Por cierto, no sabes cuanto te comprendo en cuanto a lo de tu novela. Aunque al menos ya vas por el cap. 13 ¿No?

Puedes vivir o puedes escribir. O puedes vivir escribiendo.