- Reguera, que la ha palmado el Joffe.
- Gran pérdida, sí señor.
- Para mí que trabajar en España, con Mediapro, y conocer al Jaime Roures le ha dado la puntilla.
Imaginen ustedes mis sonoras carcajadas en la oficina. Qué jodido el Shields…
El joven Charles Joffe, hijo de farmacéutico, empezó a trabajar como periodista, pero no tardó demasiado en abandonar el oficio para dedicarse a su gran pasión: el mundo del espectáculo.
En Nueva York trabajó para la todopoderosa agencia MCA, un lobby de cojones, pero enseguida vio que su camino era más independiente. La pequeña agencia de Jack Rollins era ideal y con él haría pareja creativa durante décadas.
Los productores Joffe y Rollins tuvieron vista, oído, olfato, gusto y tacto para el humor. Es decir: sabían buscar talentos, sabían escucharlos, estudiaban sus posibilidades, también tenían cultura y sentido del humor y trataban a sus chicos con absoluto respeto. ¡¡Qué cosa más rara, oigan!!
A Woody Allen le vino dios a ver, y viceversa, cuando conoció a Joffe y Rollins. La pareja de productores prácticamente lo crearon, le animaron a subirse a un escenario y después le dieron total libertad creativa a la hora de escribir, dirigir e interpretar sus films, algo impensable en un Hollywood más acostumbrado a que los francotiradores como Allen se pagasen sus propias obras. Hicieron historia.
Pero Joffe no sólo fue el producto de Woody Allen hasta su última película en España, sino el descubridor del Lenny Bruce, Mike Nichols, Robin Williams y Billy Crystal. Casi nada.
Joffe, padrino, amigo, confidente y aliado de una de las figuras fundamentales del siglo XX (Mr. Allen, of course) nos dejó, con 78 años, el 9 de julio en Los Ángeles, la ciudad que siempre odió Woody.
En 1978 fueron Joffe y Rollins los que subieron al escenario para recoger, en manos de Jack Nicholson, el Oscar a la mejor película del año por Annie Hall. En esa ocasión, Woody, en su onda, pasó de la gala y del premio y se quedó tocando el clarinete en su club de siempre. Era el Woody que tanto admiramos NAPALM y yo, alguien muy distinto al acabado y cansado Woody de nuestros días.
Intuyo que está vez no habría clarinete ni excusa posible y que Allen acudió al funeral de su amigo Joffe. Aunque con él… nunca se sabe.
1 comentario:
Una gran pérdida, desde luego. Curioso darse cuenta de lo desapercibido que ha pasado el deceso en los medios, teniendo en cuenta que éstos se corren de gusto citando, aunque sea de pasada, el último presumible bodrio del ex-genio.
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