Y, hace unas noches, ahí estaba el frenético y maravilloso actor Jimmy Cagney, esperándome en El gran tipo. El film no tiene desperdicio porque no sólo está filmado con brío y un ritmo endiablado por un tal John G. Blystone en 1936, sino que cuenta con un guión -de Henry McCarty, Henry Johnson y Harry Ruskin- curiosísimo, un valeroso cuento moral en el que el héroe honrado que defiende la ley, Cagney, no usa una puñetera pistola en los 75 minutitos que dura el metraje.
Atención a la sinopsis de la trama: “Red es un antiguo boxeador que ahora trabaja en el Departamento de pesos y medidas de Estados Unidos, el organismo encargado de evitar fraudes en el consumo. Una banda criminal protege a todos los comerciantes en sus trampas cotidianas y se muestra implacable contra toda aquel que se cruza en su camino”.
Hay que tenerlos cuadrados para hacer una peli basándose en esta idea (inspirada en artículos de Saturday Evening Post). Y el caso es que el film sale muy bien parado. Hace años que no contemplaba algo tan raro como ver al héroe descubriendo una pieza de plomo escondida en las entrañas de un pollo para que pese más y dándole dos galletazos a un carnicero corrompido. Red hace lo mismo con un encargado de gasolinera, con camioneros y con peces gordos podridos hasta el tuétano.
Lo grandioso de Un gran tipo es que sus villanos no son esos potentados mafiosos a los que el propio Cagney tan bien encarnó, sino hombres corrientes y molientes que adoptan la corrupción y el timo, el robo a pequeña escala, como algo inocente, normal y aceptado o debidamente disimulado por su sociedad.
Y al seguir gozando del film te das cuenta de lo insólito de la apuesta. La película, en apariencia puro cine de evasión, carne de programa doble, entra de lleno en temas como, por ejemplo, la inmoralidad del consumo irresponsable. Cuando la novia de Cagney se compra un caro y llamativo sombrero en tiempos de crisis, él la recrimina con estas palabras: “En España ha estallado una guerra civil y tú te compras… eso”. Como respuesta, ella se niega a ser invitada al Ritz por él, que acaba de ser ascendido, y le obliga a comer juntos en un comedor social. Chica lista.
Dos de las escenas más memorables del film se desarrollan en un sofá. Los dos tortolitos hablan de su amor y de su futuro y, de repente, un encargado les pregunta si el sofá les gusta. El plano se abre. Están en el escaparate de un centro comercial. ¡En un film de 1936!
Al final, el bien triunfa -recordemos que El gran tipo es carne de programa doble-, pero lo hace con arrojo: Cagney, con la complicidad de un íntegro jefe de policía, le pega un memorable palizón a uno de los peces gordos responsables de la corrupción en la ciudad. Tras esta tunda, el héroe le regala un anillo a su chica, que le pregunta, con sospechas, cómo se ha permitido ese lujo. ¿Habrá caído Cagney en la tentación del dinero fácil? Su respuesta es memorable: “Lo he comprado a plazos”. Es decir: soy un don nadie más, y a mucha honra.
Aconsejo ver El gran tipo porque es un film que nos recuerda que una sociedad plagada de Cachulis y Roldanes en miniatura es una sociedad podrida. Cuando una comunidad se instala en el trapicheo o el robo, cuando los hombres se dan palmaditas por haber chorizado, aunque sea a pequeña escala, cuando vemos normal pedir de más por nuestros servicios para trincar algo extra, hace falta un gran tipo como Red. Para que nos de dos galletas bien dadas y nos ponga firmes.
Escrito el sábado 29 de noviembre de 2008.
3 comentarios:
Me gusta en particular la escena en que Red descubre a su primer corruptor tirándole su sombrero por la ventana y haciendo ver que las cosas no ocurren porque sí.
Dani: Sí señor, gran escena.
Bien, vayamos por partes, que diría el destrpador ;-).
1: Iván, cada día te pareces más a Pumares. Y para qué negarlo: visto lo que hay, yo tampoco niego que voy por el mismo camino. Ayer mismo estuve viendo "Sed de mal" de Orson Welles. Y tengo por ahí pendiente "El Espíritu Burlón" de David Lean, más antigua todavía y, por supuesto, también en B/N. Vamos, una programación ideal para gorreros... :p.
2: Películas como éstas, como la que comenta Iván y las que cito yo, demuestran que el cine está todo hecho desde hace mucho, mucho tiempo. Desde mi punto de vista la habilidad de un cineasta no se mide tanto por su originalidad (lo que nos lleva, indefectiblemente, a la mierda del "Estilo videoclip" y otras aberraciones modernikis) como por la habilidad del susodicho para rodar de forma profesional, sin estridencias, y conseguir una peli como mínimo entretenida ;-).
3: Habría que imaginarse esta peli remakeada por John Woo, y con Jet Li de protagonista :p. Quién sabe: lo mismo hasta yo iría a erla al cine, con dos cojones :p.
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