miércoles, noviembre 17, 2010

Adiós, Mister Cagada (y III)

Uno de los momentos que trajeron más cola en las memorias de Berlanga es aquel en el que recuerda las famosas Conversaciones de Salamanca, histórico encuentro del cine español que hoy se estudia con ridícula admiración en las escuelas de cine. Ese aquelarre fue famoso porque un grupo de jóvenes y politizados directores se enfrentaron a la llamada “vieja guardia” defendiendo un cine más realista y comprometido socialmente. El neorrealismo italiano -que Berlanga también admiró- llegaba a cuentagotas a la España franquista y el director de Los jueves milagro dio una versión poco conocida de aquellas conversaciones, celebradas en mayo del 55 e impulsadas por Basilio Martín Patino y donde el comunista Juan Antonio Bardem se llevó el mayor protagonismo:

“Fueron organizadas y manipuladas por los marxistas más radicales. Parecía que habían encontrado la piedra filosofal para hacer del cine español una fuerza de choque revolucionaria. Los organizadores abochornaban a los directores que se habían dejado comprar por el cine comercial, los tachaban de vendidos, de escapistas, de haber abandonado el cine profundo y social que ellos propugnaban para entregarse a Joselitos y Marisoles. Antonio Del Amo, que había sido revolucionario en su primera juventud, pidió perdón públicamente por haberse entregado a los brillos engañosos de éxito fácil. A mí me daba pena verle llorando mientras su acusador seguía hurgando en su corazón con los peores epítetos. Este director había hecho algunas películas estupendas, como, por ejemplo, Día tras día o Sierra maldita. El acusador se acercó a mí triunfante:

- Y tú, Berlanga, el supuesto renovador, el compañero de Bardem, el estandarte del nuevo cine, ¿no te da vergüenza hacer ese cine escapista?
- Pues sí, hago cine escapista, porque lo que quiero es que la gente se escape de su tristeza y vaya a ver mis películas”.

Como remate, Berlanga recordó una oscura anécdota con el desaparecido Bardem como protagonista. Berlanga, que estaba interesado en comprar el negativo de Bienvenido Mister Marshall, contactó con Bardem, que era también accionista del film. Su “amigo” le dijo que no le interesaba vendérselos. Años más tarde, Bardem vendió su parte y la de Berlanga sin que éste supiera nada y sin recibir un duro. ¿Saben a quién se los vendió? A Enrique Cerezo, que hizo una fortuna con este tipo de tratos.

En el apartado meramente profesional y técnico, Berlanga fue famoso (y amigos tengo testigos de ello) por su meticulosidad, su tozudez y su amor por el complicadísimo plano secuencia. Llevó a rajatabla la llamada Ley de Chaplin: “Cuando un director de cine hace cinco o seis concesiones durante el rodaje, su película es una mierda”. En resumen: hacía mucho caso de sus colaboradores -sobre todo de sus directores de foto y operadores- pero lo justo para rodar “su” soñada película.

El final de las memorias de Berlanga es, como los de casi todas sus películas, agridulce, negro. En sus párrafos finales, recordó la muerte de su hijo Carlos Berlanga, a la que califica sin ambigüedad de suicidio. Un golpe por el que reconoció estar roto por dentro, pero por el que su mujer siguió totalmente destrozada y sin visos de recuperación. En el párrafo final, el más grande director que ha dado este país tras Luis Buñuel, el hombre que fundó la Filmoteca, la colección La sonrisa vertical, La Academia de Cine y la Ciudad de la Luz, sentenciaba: “Temo haber fracasado rotundamente”.

Fin. D.E.P.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

“Temo haber fracasado rotundamente”.

Nobody´s perfect!

A.A.

miguelonpoeta dijo...

Gran trilogía, Iván. Suscribo todo lo que dices si eliminamos la frase "tras Luis Buñuel". Pero es sólo mi opinión, claro ;)
Felicidades por estos artículos :)