viernes, junio 05, 2009

Sentimos informarle

Las editoriales a las que presento mi último ensayo “sienten informarme”, aunque lo que se dice sentir, sienten tanto como mi microondas, con esos mails o esas cartas modelo donde sólo sustituyen el nombre de su víctima y el título de la obra. Tras un nuevo chasco, el mayor brote de humanidad lo percibes cuando una carta está firmada con tinta real, sin una firma ya impresa o electrónica de por medio. Guau, qué cercanía, te dices.

Hace poco me contó Frid que el joven Stephen King tenía un pincho de facturas para acumular en él las decenas de cartas de rechazo que recibía de las editoriales a las que se dirigía. Claro que yo no tengo tantas y nada tengo que ver con King, que además de un tío con sentido comercial y con imaginación para su género, es un enfermo. Yo no me veo haciendo excentricidades, me tengo por alguien normalito.

Aunque en realidad lo que soy es invisible. Sí, damas y majaderos, que diría Krahe, soy el hombre invisible. Soy Claude Rains en aquel clásico de la Universal. Como escribió Joyce en ese tocho llamado ‘Ulises’, “soy el muchacho que puede gozar de invisibilidad”.

Tampoco está tan mal la invisibilidad. Quiero decir: si durante años la respuesta de los que editan ha sido como es, si la respuesta de los pocos periodistas que comentaron mis libritos fue como fue y el nivel de lo que lee la gente es como es, parece completamente normal ser el hombre invisible.

Uno acaba un libro con el que ha disfrutado, que cree digno, pero al mostrarlo recuerda la verdad: no tienes amigos en la plaza del mercado, ni te relacionas con los tenderos, ni ves, en los que mercadean, riesgo o humanidad.

Y no es cuestión de amargarse o de ir de maldito, eso crea úlceras.
No vivo la escritura como un oficio, tengo el mío, como todos. La entiendo como una necesidad, un estado de ánimo, algo que te espera cuando llegas a casa. Aunque estés derrengado, abres el portátil, pones música, te preparas un pelotazo, enciendes un pitillo y… Como ahora. En esas noches sabes que se es escritor, no te hacen o reconocen como escritor.

Aunque te pases años con una novelita o un ensayo y fluya más tu yo bloguero, más rápido, menos currado, sin poner las tripas en el teclado, aunque tires a la papelera de reciclaje páginas desastrosas o torpes, o caducadas… ERES ESCRITOR. ¿Suena pedante? Me la trae floja. Alguno leyendo estas palabras dirá: “Están verdes, Reguera”. A ese le debo contestar como se merece: “Tu puta madre”.

Escrito las noches del 27 de mayo y 2 de junio de 2009.

6 comentarios:

Leo dijo...

Bonito post. En mi opinión. nosotros tenemos la suerte de poder hacer esto por aficción, cada uno a su nivel. Y con la ventaja añadida de no tener que rendir cuentas a nadie, con lo que podemos hacer lo que nos salga del pijo. A mí particularmente me la suda que me digan que no sé escribir. Es más: quines lo dicen, por o general, no pasan del puto Marca o el puto 20 Minutos...

Y ya quisieran muchos que sus blogs fuesen la décima parte de buenos que éste, por muy "a la carrera" que esté escrito ;-).

IVAN REGUERA dijo...

Leo: Gracias. Y a seguir tecleando lo que nos salga del pijo. Buen fin de semana.

Manuel G. dijo...

"Nadie tiene que venir de fuera a decirme lo que yo soy"

Leí esto hace mucho en una entrevista y se me quedó grabado. Yo creo que darse cuenta de esta idea es fundamental.

IVAN REGUERA dijo...

Manuel G: Me gusta.

proscritosblog dijo...

No estás solo. Somos ya muchos los que escribimos sin pedir permiso ni perdón a nadie.
Nosotros creemos que esto es un verdadero movimiento cultural y lo llamamos post-literatura.
(se aceptan otros nombres, sugerencias y bofetadas dialécticas). Hablamos de ello en:
www.proscritosblog.com

IVAN REGUERA dijo...

Proscritos: Me voy a dar un paseo por ahí.