lunes, noviembre 30, 2009

Los libros vírgenes

Cuando contemplé, en pantalla grande y con doce años, a Sean Connery jugarse la vida para salvar del fuego unos libros antiguos en El nombre de la rosa, entendí poco su reacción. Me afectó más Cristian Slater metiéndosela torpemente a la gitanita, la rosa. Pasados los años, y sin ser un lector riguroso o exaltado, entiendo mucho mejor lo que es amar a un libro. A él y a su autor, más que a un conocido. Por todo lo que contiene o también por la huella que tú dejaste en él. Soy de los que marca los libros. Los subrayo, los machaco, hago anotaciones.

Contaba Félix Romeo que había asistido a una exposición sobre Francis Bacon donde se podían ver algunos de los libros que él leía, usaba, desvirgaba. Y contaba que era un deleite ver aquello, imaginar a Bacon, entenderlo en aquellos garabatos, en esas manchas. Mosquéate de aquel que vende, presta, expone o da en herencia libros impecables, impolutos, sin mácula, vírgenes. O no lee o lee como come o caga. Soy de los que juzga una casa y a una persona no sólo por su librería, sino por cómo trata a sus libros.

Ahora nos anuncian (lo impondrán en breve) una abominación llamada “libro digital”. Y lo llamo así porque tener acceso a miles, cientos de miles de ensayos para leerlos y estudiarlos en una pantallita me parece fetén, ¡pero leer así novelas! ¡La novela o la poesía, hasta la mala, requiere una forma, un ritual, un diseño que se ha respetado durante siglos por algo!

Menos mal que uno no está del todo solo y lee a gente como el editor Mario Muchnik, que algo sabe del tema. Escribía Muchnik sobre el libraco digital: “¿Por qué oponerse a objeto tan noble? Hace poco, degustando durante una cena un vino fino, uno de los comensales hizo la pregunta clave: ¿por qué usar una botella tan bonita, con una etiqueta tan elegante? ¿No sería igual, y comercialmente mejor, poner este maravilloso líquido en una caja tipo tetrabrik?”.

Sé lo que es que te diseñen una portada digna de fusilar al diseñador al amanecer. Sabes el daño que le va a hacer esa cubierta, pura forma, a un libro cuya esencia te has currado. Un inútil, en media hora, puede cargarse el trabajo de años. Sigo y me despido con Muchnik porque el artículo era magistral:

“La lectura no consiste en descifrar una serie de signos y coger su significado. La buena lectura requiere la posibilidad de garabatear notas o símbolos marginales en distintos colores. (…) A lo cual no sería justo no añadir la agradable textura y transparencia del papel, el aroma de la cola de encuadernación, el peso del volumen, el diseño magistral (o atroz) de la cubierta. Maquiavelo, uno de los grandes lectores de la historia, no leía sin antes vestirse como para una recepción de gala y Mozart se ponía su ropa más cara antes de sentarse al teclado”.

Escrito la noche del sábado 28 de noviembre de 2009.

5 comentarios:

Leo dijo...

Pues no sé qué pensarás de mí, que tengo toda mi colección de libros impoluta, a pesar de que la mayoría me los he leído varias veces. De hecho, el único libro que tengo "garabateado" es el ejemplar de "Carlos Pumares, un grito en la noche" que tú me dedicaste :p.

Hombre, yo creo que cada cual es como es: a mí me da mucha grima estropear los libros con "graffitis". Si tengo que tomar anotaciones lo hago en una hoja aparte, o bien me leo el libro otra vez, que además es un buen ejercicio para hacer memoria, en mi opinión.

Gabacho Maquiavélico dijo...

Pues yo todo lo contrario.
No es que esten hechos una mierda, porque los cuido, pero sí que con el lapiz escribo anotaciones, subrayo, signos a veces que corresponden a un código que solo conozco yo.

Y suelen ser, casi todos, libros de bolsillo...geniales para desvirgar!!!

francisco arroyo dijo...

Juzgas más r+apido que Billy el Niño. Yo los garabateaba cuando me dedicaba a estudiarlos. Desde que vago firmemente por la senda de las acémilas nunca tengo un lapiz a mano. Eso sí, tengo la biblliotece desordenada. Mezclando las dos tendencias tendríamos cuatro tipos de bibliotecas: ordenadas y pulcras (tipo seminario), ordenadas y garabateadas (tipo polígrafo), desordenadas y pulcras (tipo perezoso) y desordenadas y sucias (tipo Bukowsky)

IVAN REGUERA dijo...

Leo: Los libros no leídos se huelen enseguida. A eso quería referirme al hablar de desvirgues. Y de ti, por supuesto, pensaré MAL.

Gabacho: Conozco algunos como tú, que tienen su código. Y sí, los libros de bolsillo son geniales para el machaque o ese lujo de llevarlos en el bolsillo del abrigo.

Francisco: Juzgo muy rápido, sí. ¡Es parte de mi leyenda!

Explorador dijo...

Pues no estoy de acuerdo, me parece legítimo que alguien quiera desventrar un libro para emborronarlo en base a sus impulsos genialoides, o si quiere que se coma las hojas para interiorizarlo mejor, pero esas afirmaciones gratuitas que haces sobre quienes no compartimos esa práctica son bastante extrañas. Teniendo papel a mano,puedo utilizarlo bastante mejor para ese cometido, si me place. Pero bueno, si alguien prefiere hacerlo de otro modo, libre es, por supuesto.