jueves, noviembre 06, 2008

El último, que apague la luz

Aun recuerdo, cuando era más pimpollo, a Arturo Pérez Reverte sentado en el carísimo bar del hotel Maria Cristina, fumando un pitillo, bebiendo un pelotazo bien mezclado por el barman Adolfo y observando al personal mientras charlaba con algún colega peliculero. ¿Que si le envidiaba entonces? No se hacen idea.

Este fin de semana pasado, Reverte le hizo un bonito homenaje a ese rincón y al cine que se fue. Sí señores, que se fue y algunos aun se empecinan en no reconocerlo. Allá ellos.

La magia del cine, escribe Reverte, “terminó hace tiempo”. Para el escritor el cine ya no es grande, mágico, mítico. “El cine ya no es así. Tampoco los espectadores son los mimos. Los nuevos mitos vienen de otros sitios, no del cine. O a penas de él”.

Reverte habla también en su artículo de la perplejidad que le causó ver hace unos días a Meryl Streep como una señora más, discreta, desapercibida, sentada sin que nadie le hiciese caso en ese mítico rincón. Al leer su descripción, recordé una anécdota casi idéntica que me pasó hace ya demasiados años. Yo estaba sentado cerca del rincón de Reverte, temblando por la cuenta del café que me estaba tomando. Entonces miré hacia la barra y vi, fascinado, al director de cine Arthur Penn y la factura de aquel café se convirtió en una ganga.

El director de Bonnie & Clyde, la soberbia película que en los sesenta puso a Hollywood patas arriba, estaba tomándose una copa solito y sin que nadie tuviese ni puta idea de quién era. Recordé, observando al viejo Penn, La jauría humana, Pequeño gran hombre y La noche se mueve. En ese momento, un griterío de quinceañeras me devolvió a la realidad. Asenjo Saunas, de la serie ‘A la salida del gimnasio’, había hecho aparición y había revolucionado los salones del hotel. Críticos, realizadores, distribuidores, agentes de prensa, periodistas, camareros y cotillas varios se fijaron en él mientras Penn disfrutaba de su copa sin enterarse de nada.

Reverte, en su texto, recuerda las palabras de un compañero de mesa y cubata, un productor: “Esto se ha terminado, colega. El último, que apague la luz”. ¿Fue esta última frase el título que mi hermano me propuso para mi libro sobre el fin del cine o estoy soñando?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya tienes otra opción para el título de tu libro "El último que apague la luz".....

Anónimo dijo...

Me parece sobrecogedor terminar tu libro con esa frase.
Gran idea de tu brother.

Por cierto, y para dar algo de envidia, pude hablar un poquito con Arthur Penn cuando vino a la filmo en 1993. Momentazo.

Y dicho sea de paso, la conferencia de prensa que dió Meryl Streep en San Sebastian fue de lo mejor del festival y sera recordada muchos muchos años.

Abrazo.

El Gabacho NO quiere ser Anónimo.

Leo dijo...

De pequeño yo siempre envidiaba a quienes se codeaban con famosos, que charlaban con ellos delante de un café y les pedían autógrafos. Y en cierto modo sigo haciéndolo, pero después de lo que ví en mi experiencia como figurante de TV, después de ver lo idiota y lo bruta que es la gente, y de ver de lo que es capaz con tal de presumir ante sus amistades de "he conocido a fulano", ciertamente se me quitaron muchas ganas: no tengo motivos para rebajarme a esos niveles ;-).

No obstante, no niego que me gustaría compartir un cafetillo con algún tótem del celuloide como Penn, así en plan traquilito. Tiene que ser toda una experiencia.

ROSA ALIAGA dijo...

me parece un título fantástico!!!

IVAN REGUERA dijo...

JUAN ANTONIO: Sí, está bien...

GABACHO: Cuando alguien tiene cosas que decir y las dice con clase es lo que pasa.

A ver si la Escuela de cine se deja de dinosaurios patrios acabados y se marca una de órdago. Por ejemplo: Traer a Sidney Lumet o a Stanley Donen, ¡¡que aun viven y dan clases!! Vamos, yo daría dinero por verlos.

¿Te imaginas? ¿Hacemos una colecta? ¿Buscamos patrocinadores?

LEO: Otro día cuento cómo me tropecé y charlé con Ernest Borgnine.

TRILCE: A mí también, pero no sé, no sé.